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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Entre los griegos del Bajo-Imperio hasta los mismos hombres afeminados lo usaron, puesto que se refiere que habiendo enviado el rey Hugo á Romano II, entre varios presentes, dos hermosos perros del norte, al ver los animales al emperador griego cubierto con su theristro á la usanza de su pais, le creyeron un monstruo en vez de un hombre, y se lanzaron sobre él furiosos.
Todo el mundo sabe y de ello hemos hablado tú y yo en el convento, que tu pariente Hugo de Clinton es un bebedor sin tasa, pendenciero y jugador, que ha dado escándalos mayúsculos y que probablemente hará tanto caso de tí como de un perro, si es que no te maltrata. No puedo creerlo, repuso Roger. Y si tan malo es, mayor deber tengo yo, su único hermano, de darle algunos buenos consejos.
Y despues de todo ¿quién es Victor Hugo? ¿Es comparable acaso con nuestros modernos...? Pero la llegada de Makaraig con aire abatido y una sonrisa amarga en los labios cortó la peroracion del orador. Makaraig tenía en las manos un papel que entregó á Sandoval sin decir una palabra. Sandoval leyó: «Pichona: Tu carta ha llegado tarde; he presentado ya mi dictamen y ha sido aprobado.
«Alonso López interrumpe estas y otras reflexiones muy sensatas acerca de la conducta y porte de los actores, quejándose de lo mucho que tarda la representación. Hugo le replica así: «No hay que tratar, sino que el mejor entretenimiento de todos es la conversación del Sr. Fadrique.
Aquel espectáculo arrancó un grito de furor á Sir Hugo y sus soldados, que clavando las espuelas en los ijares de sus caballos se lanzaron, ciegos de ira, contra los escuadrones enemigos.
Capital en ese tiempo del ducado de Borgoña, Hugo Capeto la incorporó á su corona, y mas tarde vino á ser patrimonio de la casa de Valois y base de esa rama real de Orleans, cuyas luchas seculares con la rama mayor han sido tan interesantes en la historia de Francia y subsisten aún.
Yo quedé con un agudo dolor. Don Hugo me escribió al poco tiempo una carta muy tierna que aumentó mi amor hacia él. Con el afán de poder leer sus cartas, de poder escribirle, aprendí en muy poco tiempo á leer y á escribir. Al año pude contestar, aunque mal, por mí misma á aquel amante que se me había entrado en el alma, y á quien debía el verme cambiada en otra.
Víctor Hugo es mi dios... dijo de pronto Ojeda interrumpiendo su murmullo poético, como si no pudiese contener más tiempo esta declaración . Y Beethoven también lo es. Ella le miró con ojos suplicantes, implorando una palabra que podía unirlos con un nuevo afecto. ¿Y Wagner?... Fernando vaciló. No tenía la serenidad olímpica, la majestad simple de los divinos.
Arturito volvió a gustar de su patria como cuando era estudiante y no había vivido aún en el corazón y en el cerebro del mundo, como llama a París Víctor Hugo. Se hizo ordenado y económico y ni gastaba ni sabía en qué gastar su dinero. No pensaba ya en francachelas ni en vigilias tempestuosas.
Por la media luna que va encima juzgo que debe de ser la divisa de Hugo Lutrel, hijo mayor del viejo condestable, á quien retiramos del campo de batalla de Romorantín con el pie atravesado por un dardo. Allí á la izquierda campea el casco con plumas rizadas de los Debrays.
Palabra del Dia
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