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Actualizado: 18 de julio de 2025
Allí se quedaban los dos como dueños de todo. Con otros huéspedes no osaría tales confianzas. Pero el señor de Maltrana podía hacer lo que gustase y disponer de su biblioteca: todas las puertas quedaban abiertas. Si necesitaba clavar algo en el arreglo de la casa, allí tenía un poco de todo, en el cajón de los chismes.
»El viaje es sumamente cómodo..... Aquí tenéis El Indicador..... Se sale de Madrid á las nueve y media de la noche, y se llega allá á las nueve y media de la mañana. El billete, en 1.ª clase, cuesta siete duros, que, con siete de volver, son catorce. Supongo que habrá allí hoteles, ó sea fondas; pero, si no los hay, habrá casas de huéspedes, y si no, posadas, y si no, hospicio.
Ya teníamos un concierto, ya un baile, ya una cena por el estilo de la que dio Baltasar muchos años después. Yo no me atrevía a preguntar al Rey qué había hecho de Parsondes. Yo no comprendía que un señor tan excelente, que agasajaba y regalaba a los huéspedes con aquella elegancia y cortesanía, hubiese dado muerte o tuviese en duro cautiverio a mi querido maestro.
El mismo señor de Maurescamp, que era siempre sobrio en la bebida pero aquel día había vaciado su copa algo más de lo conveniente, parecía libre de las nubes que desde algún tiempo atrás ofuscaban su mente. Tal vez festejaba secretamente la partida de sus huéspedes importunos.
No puedes figurarte la compasión que me inspiran esos viejos que andan rodando solos por las casas de huéspedes..., que se ponen enfermos y tienen que llamar a una hermana de la caridad... que al llegar de la calle no pueden comunicar sus impresiones tristes o placenteras con un ser querido... que con ganas o sin ellas se ven forzados a salir todas las noches, porque la soledad les arroja del cuarto... ¡Es horrible!
Sólo que en aquellas partes la sombra y el drama pasan sordamente, aisladamente, disimuladamente, sin comunicarse, en tanto en la casa de huéspedes, la obligada familiaridad, que comienza en la mesa redonda, solidariza a esas sombras efímeras y quebranta los sigilos del drama individual.
No se necesita sino saber leer, que es bien poca cosa. Ahora, que para morar de por vida en casas de huéspedes, como para profesar en una orden religiosa, necesítase asimismo una cualidad rara, aunque no tan rara entre españoles: vocación ascética. En las casas de huéspedes no cabe dar pábulo ni satisfacción a ningún linaje de voluptuosidad o apetencia de la carne mortal.
Había grupos de huéspedes que conversaban esperando; la mayor parte hablaban de la muerte de Pilar en voz queda, por consideración a Miranda, a quien conocían; sólo un núcleo de tres o cuatro navarros y vascongados platicaban de recio, por ser el asunto de su conversación de aquellos que no encierran misterio alguno.
A mediodía, Febrer, aburrido de sus paseos sin objeto por la Marina y las empinadas callejuelas de la antigua Real Fuerza, entró en una pequeña fonda, la única de la ciudad, situada junto al puerto. Allí encontró los huéspedes de siempre. En el vestíbulo, unos cuantos mozos vestidos de payeses, con gorra de cuartel: soldados de la guarnición que servían de asistentes.
Eduardito y Olóriz daban pormenores a otros huéspedes recientes, que, enterados ya por los periódicos, me miraban con una curiosidad y respeto que contribuían a inflarme. Antes de concluir, Matildita vino a decirme al oído: Don Seferino, hay ahí una mujer que pregunta por usté con mucha prisa.
Palabra del Dia
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