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Actualizado: 17 de octubre de 2025
De vez en cuando sonaba perezosamente una campana en las torrecillas de ladrillo rojo, llamando á gentes invisibles: se entreabría un portón con agudo chirrido, dejando ver una cofia monjil, blanca y almidonada y un rincón de huerto frondoso.
No era la alegría ruidosa, desbordante de colores y susurros, del huerto al aire libre inundado de sol; tenía la melancólica belleza del jardín monacal entre cuatro paredes, sin más luz que la que desciende a lo largo de los aleros y las arcadas, ni otras aves que las que revolotean en lo alto mirando con asombro un paraíso en el fondo de un pozo.
Al siguiente día le mandó buscar con su enano. Hízole enseñar toda la casa, el huerto, las murallas; y llevole él mismo a conocer a su hija Beatriz, preciosa mujercita de diez años, que les recibió en gran aposento perfumado y oscuro, sentada sobre un cojín azul, entre las dueñas.
A todo vecino se obligará á que tenga un huerto provisto de hortaliza, y tambien
11 Porque como la tierra produce su renuevo, y como el huerto hace brotar su simiente, así el Señor DIOS hará brotar justicia y alabanza delante de todos los gentiles. 1 Por causa de Sion no callaré, y por causa de Jerusalén no reposaré, hasta que salga como resplandor su justicia, y su salud se encienda como un hacha.
Se hallaba ante el cadáver de aquel desconocido que había saltado una mañana las tapias de su huerto, y a quien ella, sin darle tiempo a que desplegase los labios, habló largamente sobre el divino y verdadero amor, con palabras dictadas, sin duda, por el cielo.
Habéis mentido en vano dijo la condesa ; mi prima lo ha adivinado todo. ¡Todo! pues mejor. Mejor, sí... porque he acabado de resolverme... ¿y qué me importa? cuando se ama á un hombre que se llama Quevedo, no hay por qué avergonzarse de amarle. Dios bendiga vuestra boca. Os espero. ¿Cuándo? Esta noche. ¿Por dónde? Por el huerto. Larguísimo va á ser para mí el día.
Y un sosiego armonioso se exhala de los crepúsculos vespertinos en el callado patio, bajo la parra umbría, mientras el huerto se sume en la penumbra y suenan lentas, una a una, las campanadas del Angelus. Verdú pasea por la estancia. Es alto; su cabellera es larga; la barba la tiene intonsa; su cara pálida está ligeramente abotagada. Camina despacio, deteniéndose, apoyándose en los muebles.
El repique de la campanilla del acólito resonaba claro y argentino en la vetusta capilla vacía. Oíanse fuera gorjeos de pájaros en los árboles del huerto, lejano chirrido de carros que salían al trabajo, rumores campestres gratos, calmantes, bienhechores.
Como el hombre no vive sólo de pan y las golosinas son las que hacen la vida agradable, Adán prestó más atención á su huerto, donde crecían los primeros árboles frutales, que á los campos, donde cultivaba otros artículos más sólidos é importantes para la nutrición.
Palabra del Dia
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