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Disputa con la Reina, y en castigo, es duramente aprisionado; su fiel esposa viene otra vez en su auxilio, visítalo en la cárcel, trueca con él sus vestidos, y le facilita la huída, quedándose en su lugar.

El usurpador cautivo, precipitado del trono, sepultado en un infame reposo, estaba olvidado y solitario: yo he interrumpido su sueno, le he dado el socorro de una multitud de traidores; el tirano esta todavia coronado. Pagara mis cuidados con la sangre de un millon de hombres, con la ruina de una nacion, y yo le abandonare de nuevo a la huida y a la desesperacion.

Volvió al balcón trémula de impaciencia, triste, como la luz violeta que se difundía por el cielo, con vetas rojas que reflejaban el sol poniente. Iban a perder el tren; tendrían que aguardar hasta el día siguiente. Un contratiempo que trastornaba la seguridad de su huida. Volviose con nervioso movimiento al oír que la llamaban desde la puerta de la habitación: Signora, una lettera.

La única conjetura que se le ocurría era que, habiéndose ya marchado el General, el amigo y protector del joyero, probablemente los enemigos de éste, los atropellados, los lastimados, se levantaban ahora clamando venganza, y el General interino le perseguiría para hacerle soltar las riquezas que había acumulado. ¡De ahí la huida!

La ofensa hecha á Don Diego; la lucha, la persecución, la ocultación y la huída del Cid; sus hazañas contra los moros, y finalmente, el combate legal con Don Sancho, suceden en un espacio de pocas horas.

Sabía a dónde había dirigido su vuelo aquella mujer peligrosa, y lo decía a todos. Volvía a Italia. El mismo había facturado para la frontera todo el equipaje grueso, mundos enormes como casas, cajones donde podía ocultarse cómodamente él con sus pelados mancebos. Y las mujeres, oyéndole, celebraban aquella huida como si las librase de un gran peligro. ¡Vaya bendita de Dios!

Hizose grande resistencia al principio por los que defendían el castillo, que pasaban de quinientos hombres, no tan bien armados como los nuestros, ni tan resueltos. Murieron hasta ciento y cincuenta de los enemigos. Hubo algunos cautivos, pero la mayor parte escapó con la huida.

No hablemos de eso una palabra, porque no me conviene serviros de ese modo... temo á la condesa más que á una daga huída, y por nada del mundo me atrevería á ponerme en su desgracia. Pero otros medios hay, don Francisco, y en dejándoos yo en poder de quien me paga, os serviré de balde. ¿Y de qué modo? Haciendo que la condesa os suelte.

El origen del arco llamado de herradura que usaron con predileccion los Arabes en España durante el Califato de Córdoba, ha sido objeto de muchas investigaciones arqueológicas. Batissier hace mérito en una de sus notas de la opinion de algunos que consideran este arco como una especie de símbolo de la huida del falso Profeta á Medina, que ocurrió en un novilunio.

Pero Enrique, levantándose furioso contra él, e indignado contra mismo por aquella vergonzosa huida, comenzó a gritar como un energúmeno: ¡Dejádmelo, dejádmelo! Y arrancando unas banderillas al primero que encontró, se fue ciego, frenético hacia el toro, y se las clavó en el pescuezo, sufriendo por ello una nueva cogida.