Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 7 de septiembre de 2025


Los Moros restablecieron las murallas y dotaron á Córdoba de todos los bellos monumentos que embellecieron la residencia de la corte de los Ben-Omeyas; pero la ciudad fué en gran parte destruida por las huestes de Fernando III de Castilla, al rescatarla en 1236.

No se crea sin embargo que todo este tiempo han de contemplar pasivos los reyes de Castilla la integridad del símbolo islamita. Tres veces se pusieron sobre Córdoba las huestes cristianas. Dos veces penetraron en ella conducidos por el valiente emperador D. Alfonso VIII, y otras dos fué la mezquita ocupada, purificada luego y consagrada al verdadero culto. Estos hechos de armas merecen referirse.

Multiplicadas de dia en dia sus fuerzas con las huestes que afluían á su campamento, comprendió cuán facil era triunfar de la ciudad sin verter sangre: estrechó el sitio, imposibilitó toda salida, y esperó con calma que los mismos cercados fuesen á sus pies á deponer las armas. Desmayó el pueblo cordobés; mas no perdió aun del todo la esperanza.

Formaban ya allí los carruajes ordenada fila, y entonces pudo apreciar el marqués de Butrón todo el numero y arrogancia de sus huestes femeninas. Allí estaba él en un landó de colores oscuros, teniendo a su derecha a la marquesa, respetable señora que llevaba uno de los nombres más ilustres de España, y podía hacer gala de una de las reputaciones más sin tacha de la corte.

Espanta el pensar cuál habria sido la suerte de la cristiandad si la tremenda oleada venida del Africa no se hubiese estrellado contra las heróicas huestes de Castilla, Aragon y Navarra. Nunca se habia visto un ejército tan numeroso como el que juntó El Nassr allegando para la guerra santa toda la gente disponible de aquende y allende el Estrecho.

La multitud les victoreaba, por la sencilla razón de que se divertía; ellos, con los aplausos, se creían no menos dignos de admiración que las huestes de César o Aníbal; y por fortuna nuestra, desde el Puerto de Santa María, donde estaban los franceses, no podía verse ni con telescopio semejante fiesta, que si la vieran, de buena gana habrían hecho más ruido las risas que los cañones.

La basílica ó iglesia de S. Jorge, de que habla el moro Rasis, debia ser una de estas, atendidas las robustas presunciones que hay de que fuese el actual monasterio de religiosas de Sta. Clara aquel templo fuerte donde se defendieron por espacio de tres meses los cristianos de Córdoba contra las huestes sitiadoras de Mugueith, despues de la muerte de D. Rodrigo.

Dejando, pues, á algunos de los suyos el cuidado de combatir á éstos, se lanzaron ambos con el núcleo de su fuerza sobre Ramiro de Tolivia y Froilán de Villoria, que capitaneaban escasas pero aguerridas huestes. Estos nobles guerreros, á pesar de su audacia y su fuerza, no pudieron resistir mucho tiempo el esfuerzo de aquellos hombres indomables.

Entre él y D. Narciso había una enemiga profunda, feroz. Pero éste le tenía miedo. El antiguo cabecilla de las huestes carlistas era capaz, si se le irritaba un poco, de apalearle en la misma iglesia. Don Miguel triunfaba por el terror. El P. Narciso afectaba despreciarle, pero siempre a sus espaldas.

Crecía la devoción al culto, sobre todo al de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, y mucha gente piadosa iba en peregrinación al santuario de Lourdes, contando de regreso a sus amigos las buenas disposiciones y la sólida organización que tenían las huestes católicas en las provincias vascas.

Palabra del Dia

passaro

Otros Mirando