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Actualizado: 16 de junio de 2025
Todavía acompañados por nuestro consabido pastor vaudense, que hacia la peregrinacion á pié con su hija, descendimos del «Hospicio», muy paso á paso, para ir á contemplar de cerca la nevera, que tiene allí como 550 metros de latitud.
Mañana oficiará el reverendo obispo do Mechoacán, y por la tarde habrá procesión, á que asistirá la Cofradía del Paso, la del Santo Sudario, y también irán los niños del Hospicio. ¡Ay, don Gil! exclamó con acento de profundísimo desconsuelo María de la Paz, ¿Cómo se atreven á sacar los santos á la calle con estas cosas?
Cacambo le explicaba á Candido los donayres del rey, y aunque traducidos todavía eran donayres; y de todo quanto pasmó á Candido, no fué esto lo que le dexó ménos pasmado. Un mes estuviéron en este hospicio.
Y la buena mujer, con el rostro contraído por el asombro y el dolor, le sacudía la mano para instarla á que hablase. Al fin, con voz entrecortada por los sollozos, Demetria habló: Me han dicho que no soy... que no soy hija de usted... que soy del hospicio. Lo mismo que le había pasado á su hija poco antes, toda la sangre de la buena Felicia fluyó al corazón.
Estoy desvelada pensando en esa... Valiente mocosa se nos ha posado encima. Quia, quia, mujer. Es una huérfana... ¿Es mi casa hospicio? Nos va a arruinar esa... Dios me perdone el mal juicio; pero creo que acabará mal tu dichosa ahijadita. No le gusta trabajar, no hace más que emperifollarse, escribir cartas, pasear y lavarse.
Y por último, sus condiscípulos se encargaban generosamente de advertirle sin cesar que era un desdichado sin padres, alimentado por la caridad y que debiera estar en el hospicio y no alternando con hijos de zapateros distinguidos, albañiles, sastres y panaderos fashionables, y otra gente no menos principal y digna de respeto.
Sí, me dijo que tú eras del hospicio prosiguió Pepín imaginando que el silencio de su hermana significaba aprobación. Yo entonces... yo entonces le dije: «Eso es mentira».
Proseguimos por la mañana la derrota por terrenos semejantes á los de ayer, y al fin del tercer rumbo tomamos la altura meridiana del sol, que dió la latitud de 34° 53' 7'', y la longitud 00° 44' 5'' occidental. Poco antes cortamos la Cañada del Durazno que demora al NO, caminamos, y con el último rumbo llegamos al Hospicio de los Padres Mercedarios.
En las grandes fiestas del año, el muchacho salía del Hospicio para pasar el día en la casa de su protectora. Isidra refugiábase en la cocina con las criadas, trémula de emoción al ver a su hijo en el comedor, sentado junto a la señora y hablando con los amigos de ésta, todos personajes de imponente gravedad.
Y el muchacho se habituó a ver todos los domingos al señor José, como si fuese de su familia. Un día se presentó solo el albañil, y antes de que el muchacho entrase en el Hospicio, le explicó la ausencia de su madre. La Isidra estaba enferma; no era cosa de cuidado: asunto de quedarse en casa un par de semanas sin bajar a verle.
Palabra del Dia
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