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Actualizado: 16 de octubre de 2025
Y Ricardo atacó con exquisita delicadeza la bellísima melodía de Chopín, cuyos acordes ponían en el ambiente una nota de intensa y honda melancolía. ¡Qué es eso!
Y después de haberlo contemplado despacio, parecíale sentir en los hombros una pesadumbre abrumadora y dulcísima a la vez, y una calma honda, como si se encontrase calculaba él para sí sepultado en el fondo del mar, y el agua le rodease por todas partes, sin ahogarle.
En vano os inclinais sobre este abismo y gritais para evocar la verdad; el sordo ruido que os llega á los oidos es el eco de vuestra voz misma, son vuestras palabras que la honda cavidad os devuelve mas ahuecadas y misteriosas.
Adiós al suelo natal. La ciudad de Honda. La gran vegetacion. El puerto de «Conejo». Una escena nocturna. El vapor «Bogota». Nare y «San-Pablo». Hay verdades que se hacen adagios porque todo el mundo percibe su impresion, y una de ellas es, que el mérito de lo que se ama no se comprende sino al carecer del objeto querido.
Al través de la lluvia poco tiene de interesante el paisaje; pero, por la tensión de los músculos de su rostro y por la honda preocupación del viajero, se adivina que seguiría del mismo modo indiferente a lo de afuera aunque llenara el sol el espacio todo y fuese el paisaje mucho más pintoresco.
Apenas habrá pueblo en el mundo en que los hombres vuelvan la cara con más sangre fria, y se queden mirando con más formalidad los piés y las piernas de las transeuntes. Esto viene de una raíz muy honda: viene de cierto temperamento que es el carácter más distintivo del pueblo francés. No hay casta social donde con tanta gravedad y tanto aplomo se hagan cosas ridículas.
Aquellos lobos se extasiaron mirándole; le apretaban la mano hasta descoyuntársela, y le ofrecían con todas las veras de su corazón una copa de ron y marrasquino. Cuando la rehusaba hablando de subir a tomar café arriba, la tristeza más honda se pintaba en sus rostros curtidos. Don Melchor tenía, en efecto, la costumbre de tomarlo en el Saloncillo.
Nadie, sin embargo, lloró con más ternura, tuvo más honda pena por la muerte del P. Enrique que la persona que tenía o creía tener indicios de que él no había sido santo del todo. Doña Luz durante los primeros días estuvo desolada. Acrecentaban su pena singulares cavilaciones.
Sobre tal contraste, que da lugar a escenas emocionantes y en que se mueven personajes intensamente humanos, se funda el argumento de esta novela, acerca de la cual no diremos nada más para no malograr la conmoción honda y sincera que ella produce en el ánimo del lector.
Marchó automáticamente al través de las calles, embargado por una honda tristeza que le apretaba el corazón. No era vanidoso ni había cifrado quiméricas esperanzas sobre su obra. Pero había sentido ya el aroma de la gloria; el favor del público le había hecho soñar con adquirir por medio de su arte una posición con que pudiera vivir tranquilamente con su esposa y su hijo.
Palabra del Dia
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