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Actualizado: 31 de mayo de 2025
El señor Le Bris le explicó en pocas palabras cómo la manía homicida habría podido germinar en su cerebro desequilibrado. Si era verdad que había cometido el crimen, la justicia no podía hacer nada contra un loco. La Naturaleza le había condenado a una muerte próxima, después de algunos meses de una existencia peor que la misma muerte.
Todos creían que estaba destinado a morir en la plaza de una cornada, y esto mismo hacía que le aplaudiesen con entusiasmo homicida, con un interés bárbaro, semejante al del misántropo que seguía a un domador a todas partes esperando el momento de verle devorado por sus fieras.
Llegaron hasta la barricada, mirando continuamente atrás para vigilar, al amparo de los árboles, el lento avance de los hulanos. Al frente de ésta tropa heterogénea iba un oficial de gendarmería, viejo y obeso, con el revólver en la diestra, el bigote erizado por la emoción y un brillo homicida en los ojos azules velados por la pesadez de sus párpados.
Quéjese el engañado, desespérese aquel a quien le faltaron las prometidas esperanzas, confíese el que yo llamare, ufánese el que yo admitiere; pero no me llame cruel ni homicida aquel a quien yo no prometo, engaño, llamo ni admito. »El cielo aún hasta ahora no ha querido que yo ame por destino, y el pensar que tengo de amar por elección es escusado.
Largas y vivas eran las discusiones sobre la persona que debería en realidad merecer la acusación. ¿Era el Príncipe el homicida? Y la nihilista ¿era inocente o cómplice? Las opiniones se dividían en esto también: según algunos, el hombre había cometido el delito por celos de Vérod, y, según otros, la mujer lo había cometido por espíritu de rivalidad.
Y movía el látigo corto con su terrible tira de cuero. Hubo de aceptar al fin el español que le acompañase hasta el pueblo, convencido de lo inútil que era oponerse á sus propósitos. Aún perduraba en Rojas la furia homicida de su combate á muerte con el gaucho, y Robledo esperaba abonanzarle cuando hubiesen transcurrido unas horas.
Esto no mitiga los juicios de que la homicida era objeto.
Y recordaba, cómo por segunda vez sintió el instinto homicida al ver la sonrisa burlona con que acogió ella el recuerdo del pequeñuelo. ¡Ah, la cruel! ¡Con qué sencillez le había arrebatado la última ilusión, diciéndole que no era hijo suyo, comparando su belleza delicada con la de aquel tunante que llenaba su pensamiento! ¡Qué tirón tan doloroso en su alma!... Esta vez, Judith, á pesar de su insolencia, había sentido miedo ante el gesto desesperado de su viejo.
Yo, señora, no soy tan mal mirado Que me precie de ser vuestro homicida: Otra mano, otro hierro ha de acabaros, Que yo solo naci para adoraros.
Los que creían en el suicidio se apoyaban precisamente en esta incertidumbre. ¿Cómo acordar crédito a una acusación que no podía precisarse? Sostener que los dos juntos habían muerto a la Condesa no parecía posible y sólo algunos acusadores encarnizados en su odio a los revolucionarios, decían que los dos habían podido ponerse de acuerdo en el proyecto homicida.
Palabra del Dia
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