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Actualizado: 25 de julio de 2025
Y el perro daba tres ladridos alegres. Ahora, haced la mesura al señor Emperador, vuestro Señor natural. Y el perro cruzaba las manillas y bajaba humildemente la cabeza. Y ahora repetía cantad las alabanzas a don Lutero y otros canes de herejes, peores y peorísimos que vos. Y el avisado can amulaba como un diablo del infierno.
Demos que con este modo artificioso han abierto de tal manera los ojos al mundo, adelgazándole en materia de estado, que hoy con notable perjuicio de la Iglesia no se atiende ni trata de otra cosa, pesando cada uno con ese peso sus acciones todas, y lo que peor es tambien que los herejes han conocido el artificio de estos padres, y ahora con harto daño nuestro se valen de él con aquellos príncipes que les hacen proteccion; de manera que donde primero sabian algunas letras, y se podia esperar que algun dia conociesen sus errores, ahora han salido ateistas y políticos, dificultosisimos de convertirse, si Dios milagrosamente no los reduce.
San Bernardo hablando de ciertos herejes castigados como pertinaces, escribe: Mori magis eligunt quan converti: sed horum finis, interitus: horum novíssima, incendium: mirabantur aliqui quod non modo patienter, sed laeti, ut videbatur, duceren tur ad mortem: sed qui minús advertunt, quanta sit potestas Diaboli, non modo in corpora hominum, sed etiam in corda quae semel permissus possedit.
Pero sus palabras resonaban noche y día en sus oídos, le perseguían, le dolían como crueles latigazos. Conocía algunos razonamientos de los herejes; aquellos que los libros de teología traían, y que el autor, con la autoridad de los Santos Padres, refutaba siempre victoriosamente. Sabía de la existencia de los racionalistas, pero sus noticias eran deficientes y vagas.
Extinguiéronse los gremios y la clase media; sólo hubo nobles, orgullosos de ser criados de los reyes, y un populacho que pedía pan y espectáculos, como el romano, contentándose con la sopa de los conventos y las quemas dé herejes organizadas por la Inquisición. Después sobrevenía la ruina.
«¡Quién se lo hubiera dicho! después de haber hecho su fortuna en América, ahora en el país natal, sin moverse de casa, podían ganar fácilmente el cielo. ¡Habían nacido de pies!». Según De Pas, los malvados eran otros tontos, como los herejes. Y también aquello era mecánico, también lo demostraba por a+b.
El hambre y la bancarrota que la afligían al presente, así como la pérdida de la Invencible Armada, ¿qué eran sino los azotes provocados por su tolerancia con los moriscos y los herejes? Roma era para Dios su solio en el mundo; España, su hierro, su diestra siempre armada, su ejército de arcángeles. Roma era la ciudad de Pedro, del Pontífice y del mártir.
Los hijos de los que asistían con religioso y concentrado entusiasmo al achicharramiento de herejes y judaizantes se dedicaron a presenciar con ruidosa algazara la lucha del hombre con el toro, en la que sólo de tarde en tarde llega la muerte para el lidiador. ¿No es esto un progreso?... Ruiz insistía en su idea.
Su nombre en la primera página aseguraba la circulación de un libro. A los pies del jesuíta la juventud de la nobleza y de la clase media era guiada desde la niñez á la edad viril y desde los primeros rudimentos hasta la filosofía. La literatura y la ciencia, que parecían haberse asociado con los infieles y con los herejes, volvieron á ser las aliadas de la ortodoxía.
¡Estas son pensaba, las herejes, las excomulgadas! Y con sus manos agitadas, temblorosas, continuaba preparando la ensalada. ¡Os felicito, señorita le dijo Bettina, por el perfecto orden que reina en vuestra cocina! Mirad, Zuzie; ¿no era así el presbiterio que deseabais?
Palabra del Dia
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