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No creas que tengo gran interés en saberlo. ¿Qué me meto yo en el bolsillo con saber un nombre más? Es un nombre muy feo... No me hagas pensar en lo que quiero olvidar replicó Santa Cruz con hastío No te digo una palabra, ¿sabes? Gracias, amado pueblo... Pues mira, si te figuras que voy a tener celos, te llevas chasco. Eso quisieras para darte tono. No los tengo ni hay para qué.

Es necesario que hagas matar algunos pollos para la comida y que pongas a refrescar el moselle. El primo Roberto ha llegado. ¡Ah! dije con mucha calma. ¿Dónde está? En el gabinete de tu padre conversando con él. ¿Y dónde está Marta? pregunté con una sonrisa. Ella me dirigió una mirada de censura como para reprocharme mi demasiada sagacidad; después dijo: Está con ellos.

Don Quijote, que le vio ir con denuedo y con brío, le dijo: -Mira, amigo, que no te hagas pedazos; da lugar que unos azotes aguarden a otros; no quieras apresurarte tanto en la carrera, que en la mitad della te falte el aliento; quiero decir que no te des tan recio que te falte la vida antes de llegar al número deseado.

¿Razones? No, amigo respondió el loco, no haré mi cama, no la haré, y acercándosele al oído, añadió con aire misterioso; «no la hagas y no la temas». A este refrán se atienen, sin duda, nuestros cómicos cuando no hacen una comedia. No hacemos la comedia, dicen como el loco, porque «no la hagas y no la temas».

Por mi hábito te prometo que nadie ha de saber el mal conocimiento que tengo contigo. Desembucha, que ya es tarde y hace frío, y no es justo que me hagas ayudarte tanto á ganar un doblón de á cuatro; y el tal doblón es de los buenos del emperador, que anduvieron escondidos por no tratar con herejes. Y Quevedo sonó otra vez su bolsillo. El cuento es muy corto.

19 No tuerzas el derecho; no hagas acepción de personas, ni tomes soborno; porque el soborno ciega los ojos de los sabios, y pervierte las palabras de los justos. 20 La justicia, la justicia seguirás, para que vivas y heredes la tierra que el SE

Te ruego se lo hagas presente, y que nunca la olvidaré en mis oraciones le dijo al darle la mano, mientras dos gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas. ¡Pero qué facilidad tenía aquella criatura para liquidar sus penas!

Al contrario; estos preparativos me tranquilizan; hallaré reposo y bienestar en arreglar todas mis cuentas, y para que, después de realizar estos propósitos, tenga descanso mi corazón, es preciso que me hagas una solemne promesa. Por hecha la puede usted contar. quieres mucho a Carmen, ¿no es cierto? Cierto es que la quiero mucho.

No hagas caso... Te quiero como a la Medicina... Haz de lo que gustes... Eso ya es otra cosa... Cuando nos casemos, como yo he de ganar tanto dinero, tendrás tres coches, catorce sombreros y la mar de vestidos... ¡Si yo no me caso contigo!...» declaró la joven en un momento de espontaneidad.

»Te obedezco, Carlos dijo el anciano llorando. ¡No eres cruel y malo sino para !... ¡No me quejo! ¡tienes razón!... Pero llegará un día en que me hagas justicia... Adiós, pues, hasta el año próximo... ¿no es cierto? Adiós, Carlos, yo pediré a Dios por ti. »El extranjero salió, y Carlos dejose caer en un sofá conmovido y lleno de ira.