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Actualizado: 4 de junio de 2025


Pues un hacha encantada, que cortaba sola, y estaba echando abajo un pino muy recio. Buenos días, señora hacha dijo Meñique; ¿no está cansada de cortar tan solita ese árbol tan viejo? Hace muchos años, hijo mío, que estoy esperando por ti respondió el hacha. Pues aquí me tiene dijo Meñique.

De repente, en el círculo terrible, hacha en mano un mancebo se presenta, que ante su paso arrolla á los cristianos y á sus plantas exánimes los deja, cual en las mieses la segur metiendo el campesino infatigable siega.

Las casas de los particulares están también con proporción y en ellas reciben á los forasteros que los van á visitar. Y lo que más admira es que para fabricarlas no usan de otro instrumento que de una hacha de piedra con que cortan maderos muy gruesos, aunque con mucha dificultad.

A los golpes del hacha saltan luego sus astillas, pero al llegar la noche solamente, y á impulsos de un trabajo tenaz, cae por fin haciendo estremecer la tierra, derribando todo cuanto encuentra por delante, y empujando unos objetos á otros, lleva la destruccion á mas de doscientos pasos.

Al cabo de un rato dejó caer el hacha de las manos y fijó en mi una mirada de angustia que aún tengo clavada en el corazón. «No puedo más, Pedro; tengo hambre», me dijo. Yo no lo que pasó por entonces, señorita. Se me hizo un nudo aquí, en la garganta, como si fuese á ahogarme.

Tío exclamó Hans, que había desembarcado en la isla ; te invito a almorzar. ¿Has descubierto algún cuadrúpedo? Creo que no, porque aquí no se ven más que pájaros. Y cocos que nos darán una bebida excelente. Que probaremos, Hans. Toma un hacha, viejo Horn, y vamos a proveernos de cocos. Hay pocos, señor Stael dijo el piloto . ¿Habrán venido los australianos a llevárselos?

En aquel instante mismo, los dos navíos se abordaron. Los tripulantes ingleses que quedaban estaban en los obenques y sobre los empalletados, con el hacha a punto, el puñal entre los dientes, prestos a lanzarse de un brinco sobre el puente del brick. Un gran silencio reinaba a bordo de El Gavilán.

No obstante, en la glacial atmósfera los cortadores de madera sudan á chorros porque manejan el hacha y cada golpe descargado sobre el tronco del árbol, pone en movimiento todos sus músculos.

Juan Labarbe, por su parte, con el codo apoyado en un mango de hacha, permanecía impasible. Era un hombre de pálidas mejillas, nariz aguileña y finos labios. Tenía gran ascendiente sobre los de Dagsburg por su resolución y por la claridad de su talento.

Al cabo de los ocho días, tomó el viejo su hacha y su burro y se fue al bosque. Dió algunos golpes al tronco del árbol y 35 salió el mismo negro. ¿Qué contestación me traes? le dijo éste. Mi hija consiente en casarse contigo le dijo. Bien dijo el negro; pero hay una condición y es que las bodas se celebren a oscuras y que ella nunca trate de verme, 40 mientras yo no lo diga.

Palabra del Dia

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