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Actualizado: 27 de julio de 2025
Pasó la primavera, pasó el verano, y llegó el mes de Octubre, estación de la vendimia. Algo muy importante tendría que decir D. Acisclo a doña Luz, cuando una mañana, estando ya vendimiando, entró a verla y a hablarla no menos matinalmente que doña Manolita había entrado meses antes. El correo llegaba a Villafría a altas horas de la noche y se repartía al amanecer.
Las monjas se acostumbraron, después, a verla inmóvil, al pie del nicho, a veces con las manos juntas y como atónita. Si entonces alguien venía a hablarla, respondía ella con una dulzura extrañada, volviendo en seguida la mirada hacia la imagen, como si hubiesen interrumpido entre ella y el Cristo una vaga comunicación.
Agradeceré a usted mucho que no la enseñe esas artes de adorno... No necesita saber más, hasta nueva orden... ¿Entiende usted? Perfectamente, señor, y basta... Si el señor encuentra bien así a la señorita... Lo que yo decía era por su bien. Me pondré guantes para hablarla, si eso agrada al señor. Sí; me agrada, Polidora; y como usted es inteligente, quedo tranquilo. Máximo a su hermano.
-Yo así lo creo -respondió Sancho-; pero tengo por dificultoso que vuestra merced pueda hablarla ni verse con ella, en parte, a lo menos, que pueda recebir su bendición, si ya no se la echa desde las bardas del corral, por donde yo la vi la vez primera, cuando le llevé la carta donde iban las nuevas de las sandeces y locuras que vuestra merced quedaba haciendo en el corazón de Sierra Morena.
Dimos un paseo bastante largo, y á la vuelta la encontramos en el mismo sitio, conservando la misma actitud, y sin dejar la extraña ocupacion de dar golpes á la punta del zapato derecho. ¿Qué pensará? ¿Qué sucederá á esa mujer? Esto murmuramos entre nosotros, y casi tuvimos tentacion de hablarla.
"Los indios eran muy refractarios a la lengua castellana; los que sabían hablarla, no querían hablarla. Esto ocurría tanto en Manila como en los arrabales. Los que hablan castellano, prefieren hablar su lengua en sus casas."
De la chimenea sale el humo del almuerzo, y él no puede ir á sentarse á su mesa; la familia está en las ventanas, y tiene que hablarla por señas.
D. TELL. Sí, hermana, que estoy de suerte, Que me tengo de dar muerte O la tengo de gozar, Y de una vez acabar Con dolor tan grave y fuerte. FELIC. Voy a hablarla, aunque es en vano. D. TELL. ¿Por qué? FELIC. Porque una mujer Que es honrada, es caso llano Que no la podrá vencer Ningún interés humano. D. TELL. Ve presto, y da a mi esperanza Algún alivio.
Con impaciencia ve venir el momento de la partida, y al mismo tiempo con terror... Con impaciencia, porque sufre un verdadero martirio, al que quiere escapar cuanto antes. Con terror, porque durante estos veinte días que pasará sin verla, sin hablarla, sin ella, en fin, ¿qué será de él? ¡Ella es Bettina y él la adora!
Me hace daño vería entre aquellas mujeres sucias y enfermas, no poder hablarla con libertad. Me miran todas, como si fuese un animal extraño. La monja me molesta. Calló un instante, y luego añadió con expresión de vergüenza, empañándose sus ojos de lágrimas: No puedo ir con las manos vacías: la pobre desea flores... se las prometí.
Palabra del Dia
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