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Actualizado: 27 de julio de 2025
La buscaba sin darse cuenta de ello; la echaba de menos sin sospecharlo; deseaba verla y hablarla del modo indeterminado y vago con que desea la dicha el acostumbrado a la amargura.
Además añadió la mujer, recelosa jamás nos la dejan ver sin testigos...; muchos domingos voy a misa a Rucanto por buscar ocasión de hablarla al salir, y siempre a su vera están la hija o la madre guardándola con codicia. Está bien que Carmen no vaya sola. Bien estará; pero esas mujeres no me van gustando.
No es lo mismo ver a una mujer cortos instantes, y hablarla de Pascuas a Ramos, que tenerla a su lado eternamente. ¡Qué más quisiera yo, Cecilia! Tenerla junto a mí siempre, ¡siempre! replicó en voz baja y temblorosa el ingeniero, jugando con el abanico y mirando fijamente al suelo.
Sí, decididamente algo había de extraordinario. En el modo de hablarla, escucharla y mirarla, notábase una mezcla indefinible de bondad y distinción que parecía reservada únicamente para ella. ¿Cómo ella no se había apercibido antes?... ¡Qué singularidad!... Y tanto más singular era lo que sucedía, cuanto que ella no era, no, absolutamente de aquellas a quienes aprecia un hombre semejante.
Es mujer que este don Juan, Primo del Conde mi dueño, Pierde por hablarla el sueño, Desmayos de amor le dan. 1540 De la suerte la pasea Que á la dama de más partes; Pero en estos Durandartes Poco el pensamiento emplea. De noche la viene á ver, 1545 Y anda el pobre caballero, De su cántaro escudero, Sin dormir y sin comer.
Procedía a veces como si no quisiera hablarla, y no se ocupaba de ella durante varias semanas; después, de repente, casi le hacía de nuevo la corte.
Tres años pasó Santiago sin saber a qué atenerse y temiendo siempre lo peor. Yo creo que todo ese tiempo necesitó Ramona para estudiar a fondo las malicias de Santiago y el terreno a que éste pretendía conducirla. Un día le dijo que continuara hablándole de aquello de que había comenzado a hablarla. ¡Como si hubiera sido la víspera!
Sin embargo, cuando volvimos a casa tuve la buena fortuna de poder hablarla un rato aparte, gracias a Perico, el chiquillo de marras, con quien casualmente tropezamos. Verle y apoderarse de él, y sonarle y limpiarle la embadurnada cara con su pañuelo, fue todo uno para la hermana.
Doña Elvira, por su parte, no descendía a hacer confidente de sus pensamientos a la familia de Montenegro, pero se dignaba hablarla con cierta llaneza, lo que producía asombro en sus domésticos de la ciudad. La noble señora sentía ablandarse su orgullo viviendo en el campo.
»Mirábala Lotario en el lugar y espacio que había de hablarla, y consideraba cuán digna era de ser amada; y esta consideración comenzó poco a poco a dar asaltos a los respectos que a Anselmo tenía, y mil veces quiso ausentarse de la ciudad y irse donde jamás Anselmo le viese a él, ni él viese a Camila; mas ya le hacía impedimento y detenía el gusto que hallaba en mirarla.
Palabra del Dia
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