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Actualizado: 3 de julio de 2025
Ella encontró el valor de confesar, a sí misma y a aquel a quien más amaba, el crimen que cometió: eso basta para elevarla por sobre el resto de la humanidad. Porque ese deseo de que hablamos, si es el pecado mental más horroroso de que el espíritu humano pueda hacerse culpable, es también el más secreto.
Pero eso no tiene que ver, ¿verdad? Pues ahora soy mucho más mala. ¡Ay!, señora, he cometido un pecado tan grande, tan regrande, que no creo que me lo perdone Dios. ¿Apostamos a que es cualquier tontería? ¡Ay, señora, ojalá fuera tontería!... Voy a decírselo... Pero no me riña mucho... Pues anoche estuvo aquí mi marido, hablamos, y le di veinte duros para que comprara un revólver.
Como hablamos, no para hacer propaganda de nuestros ideales, sino para informar al pueblo americano de los verdaderos deseos del pueblo filipino, prestando un servicio
Pero, ¿qué dirás cuando te diga yo ahora cómo, entre otras infinitas cosas y maravillas que me mostró Montesinos, las cuales despacio y a sus tiempos te las iré contando en el discurso de nuestro viaje, por no ser todas deste lugar, me mostró tres labradoras que por aquellos amenísimos campos iban saltando y brincando como cabras; y, apenas las hube visto, cuando conocí ser la una la sin par Dulcinea del Toboso, y las otras dos aquellas mismas labradoras que venían con ella, que hablamos a la salida del Toboso?
Y ya que de alusiones hablamos, bueno será hacer constar, una vez más, que yerran por completo los que han creído ver en algunos personajes de la presente novela retratos de personas harto conocidas, que sin duda lo fueron muy poco de los que tal juzgan, cuando encuentran semejanza entre unos y otros.
Y todo el cariño que ella me tenía cuando yo estaba en pañales, lo heredó él, y lo supo conservar, y ahora me lo da. ¡Qué desgracia tan grande, la muerte de mi mamá! Siempre hablamos de ella, siempre la tenemos presente: ¡Si yo pudiera verla un día!
Escribió en agosto de 1999: "Es muy importante poder comunicar en la web en diferentes lenguas, es más bien obligatorio, porque la información la tenemos a nivel mundial, ¿por qué no podríamos entonces tenerla en el idioma que hablamos o en el que deseamos? Una información mundial, pero pocos idiomas: sería contradictorio, ¿verdad?"
Venía en el barco un indiano vascongado que embarcó en Buenos Aires en mi barco. En todo el viaje de América a Europa no se atrevió a hablarme. Debía de ser hombre muy tímido. Luego, en el vapor que nos llevaba a Bayona, se acercó a mí y hablamos. Había pasado veinticinco años en las pampas hasta enriquecerse. No tenía familia y no sabía qué hacer ni en dónde fijar su residencia.
Desirle a un hombre que le quiere y no ser verdá, ¡no lo piense su mersé, señorito! Gran bien me hicieron aquellas palabras. Yo también pensaba como ella, o quería pensar al menos y cada vez me confirmaba más en mi sospecha. En apoyo de sus afirmaciones, Paca me contó varias anécdotas de la vida de mi novia, que escuché con entusiasmo y recogimiento. Hablamos largo rato de ella.
A Villa y al duque les caía en más gracia que a mí. Cierta noche le tropecé en el teatro. Hablamos en los entreactos y me citó para irnos a beber a la salida unas cañas. Gloria no asistía al teatro por ciertos miramientos bien comprensibles. Me encontraba libre, y acepté con gusto su oferta.
Palabra del Dia
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