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Actualizado: 13 de octubre de 2025
No se alteraron por ello la paz ni las costumbres de la familia. El barón tardó poco en hacerse a la idea de que era padre, Sacramento continuó en sus aventuras, Soledad sujeta a la inflexible voluntad de los tíos, y éstos habituados por igual a las liviandades de la sobrina casada y a la humilde docilidad de la soltera.
Hay algunos habituados a La Precisa y a los dormitorios de la calle de Peña de Francia o de casa de la Coja. Son los espíritus paralíticos que no saldrán jamás de ese ambiente que si es pintoresco, también es amargo.
El líquido de ámbar, burbujeante en los vasos, pareció devolver su antigua existencia á los tres jóvenes. Recocidos por el sol y la intemperie, habituados á la vida dura de la guerra, casi habían olvidado las dulzuras y comodidades de los años anteriores. Ulises los examinó atentamente. Habían crecido en el curso de la campaña, con el último estirón de la juventud.
Tales relatos alucinaban el cerebro de aquellos hijos de Castilla, habituados a imaginar ante el más escueto horizonte todos los espejismos de la aventura.
Con este motivo tuvo ocasión dicho señor ilustrísimo, y la tuve yo, de hablar con ellos, y particularmente con el corregidor, que, aunque de nación Guayaná, fue nacido y criado en el pueblo de Corpus; y preguntándole por las causas que a él le parecían motivaban el poco adelantamiento de su reducción, dijo que la cortedad de sus terrenos y la inmediación a los montes, donde encontraban lo necesario para su alimento, juntamente con no estar habituados al trabajo, eran los motivos que distraían de la reducción a los reducidos; y que los infieles, aunque todos deseaban ser cristianos, viendo que no tenían qué comer en la reducción, no querían venir a ella, y que sólo se acercan por allí cuando saben que hay qué comer, y en consumiéndolo vuelven a los montes; y que solamente que se les diese terrenos buenos en otra parte se conseguiría el aumento de la reducción.
Aresti tuteaba al ingeniero, sin conseguir que éste le tratase con igual confianza, pues el doctor le inspiraba cierto respeto, á pesar de su carácter comunicativo. Los escudriñadores ojos de Aresti, habituados al examen rápido de todo cuanto le rodeaba, iban rectos á aquella carta que Sanabre pretendía ocultar. Eso no será ningún trabajo de ingeniería dijo en voz baja y con sonrisa burlona.
Las erupciones del Mayon son muy frecuentes, mas desde la acaecida á principios del siglo, de la cual se describen tales horrores, que causan verdadero espanto, son poco intensas, estando habituados los pueblos que se asientan á la falda del monte, á las convulsiones del gigante que en un solo momento podrá sepultarlos entre sus candentes materias.
Los que están acostumbrados á semejantes discursos, rara vez en asuntos filosóficos llegan á descubrir bien la verdad: por el contrario los que están habituados á la forma silogística, aunque no usen de ella sino de razonamientos, descubren en la materia hasta lo mas íntimo de ella.
Los ojos de Batiste, habituados á la lobreguez de la bóveda vegetal, vieron con toda claridad á un hombre que, apoyándose en la escopeta, salía tambaleándose de la acequia, moviendo con dificultad sus piernas cargadas de barro. Era él... ¡él! ¡El de siempre!
Los campos estaban perdidos; había allí mucho que hacer; pero ¡cuando se tiene buena voluntad!... Y desperezándose, este hombretón recio, musculoso, de espaldas de gigante, redonda cabeza trasquilada y rostro bondadoso sostenido por un grueso cuello de fraile, extendía sus poderosos brazos, habituados á levantar en vilo los sacos de harina y los pesados pellejos de la carretería.
Palabra del Dia
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