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Actualizado: 8 de octubre de 2025


Suponed todo eso, repito, y tendreis apénas una idea muy vaga de las maravillas que contiene Suiza. El habitante de Colombia que no ha viajado en Europa, no tiene idea de las formas de este continente, con solo imaginar valles y llanuras, lagos y rios, bosques y praderas, montañas y mares.

En su vagar por el templo, deteníase más allá, ante la enorme imagen de San Cristóbal: una pintura al fresco tan mala como imponente; un monigote que ocupaba todo un lienzo del muro, desde el zócalo hasta la cornisa, y que por su tamaño parece el único habitante digno de la catedral.

La claridad, las sombras, las formas esculturales, la gallardía de las líneas, el recóndito sonido que se creería producido por la oscilación de la masa arquitectónica; aquel sonido, que hace pensar en la respiración de algún misterioso espíritu, habitante en las grandes cavidades de piedra; la variedad de objetos, la majestad de los sepulcros, el idealismo de los efectos de luz, todo esto produce estupor y recogimiento.

Trabajar horas y horas, de longitud inacabable, despidiéndose para siempre de las horas calmas y fugaces dedicadas al ocio contemplativo y al coloquio secreto con su habitante interior.... ¡Imposible! Tal era el pavoroso faraón crónico que traía a mal traer a Belarmino. Buenas tardes nos Dios. ¿Hay alguien en la casa? dijo una voz flaca y aguda, como de flautín, que caía de lo alto.

Los hijos de don Salvador, unos ricachos tan avaros como su padre, creyéronse sumidos en la miseria porque el pedazo de tierra permanecía improductivo. Un labrador habitante en otro distrito de la huerta, hombre que las echaba de guapo y nunca tenía bastante tierra, sintióse tentado por el bajo precio del arrendamiento y apechugó con unos campos que á todos inspiraban miedo.

Lucha desconocida, lucha de muerte, desigual y ciega en que el pobre habitante de este suelo, héroe predestinado á la derrota, cuando su fuerza en el combate agota, pide favor al cielo contra el cielo. ¡Vida! ¡Horrible quimera! ¡Placer! ¿Dónde encontrarle, si en medio del placer no se le espera?

Visto por detrás, parecía otra persona; mas de frente, lo desengonzado de su cuerpo, la escualidez carunculosa de su cara y el desarrollo cada vez mayor de la nuez, le declaraban idéntico a mismo. El que le acompañaba era un infeliz músico, habitante en el segundo patio y en el mismo cuchitril en que anidara antes Izquierdo.

Debía volver a acostarse... Hubo una larga pausa, como si el enemigo, al escuchar los crujimientos del jergón, esperase que el habitante de la torre fuera a salir de un momento a otro. Pero transcurrió algún tiempo, y la voz ronca e injuriosa volvió a sonar en la calma de la noche. Le llamaba cobarde otra vez; invitaba a salir al mallorquín. «Sal, hijo de...»

Al divisar el señorito L'Ambert los bonetes encarnados de nuestros dos personajes, comprendió a qué habían venido, saludolos cortésmente y tomó la palabra con cierta altanería, no exenta de distinción. Caballeros les dijo, como soy el único habitante de este hotel, no temo equivocarme al suponer que me hacéis el honor de venir a mi domicilio. Soy L'Ambert, si me permitís que me presente yo mismo.

Tuvo un presentimiento Torrebianca que le hizo sonreir inmediatamente por considerarlo disparatado. ¿No sería este desconocido su camarada Robledo, que se presentaba con una oportunidad inverosímil, como esos personajes de las comedias que aparecen en el momento preciso?... Pero era absurdo que Robledo, habitante del otro lado del planeta, estuviese pronto á dejarse ver como un actor que aguarda entre bastidores.

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