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Actualizado: 13 de octubre de 2025
Nos basta, en los límites del país que habitamos, con seguir el margen de uno de esos cursos de agua que contienen su marcha y se extienden ampliamente al aproximarse á un estuario donde su masa tranquila va á mezclarse con las olas del océano. ¡Visítese el bajo Somme ó el Sena cerca de Tancarville, el Loira entre Paimbouef y Saint Nazaire, el Garona y el Dordoña en el punto donde se reúnen para formar el mar de Gironda! ¡Contémplese sobre todo la punta septentrional de la Camarga donde el Ródano se divide en dos brazos!
Sí; la historia de las naciones nos enseña cómo la fuente y el arroyo han contribuido directamente al progreso del hombre más que el océano, los montes y toda otra parte del gran cuerpo del planeta que habitamos. Costumbres, religiones, estado social, dependen, sobre todo, de la abundancia de aguas corrientes.
Mas para mostrarlo mejor, figurémonos que Dios hubiese hecho al mundo no mas que de la grandeza de una naranja, y que hubiera colocado en él á los hombres tan pequeños, que tuviesen con aquel mundo la misma proporcion que hoy tenemos con este que habitamos; en tal caso es cierto, que el mundo que aquellos hombres habitarian les pareceria tan grande como nos parece á nosotros el nuestro, y lo sería si se considerase segun la proporcion que tenia con ellos, pero no en la realidad.
Ese rumor que circulaba acordábase muy bien con la idea que daba el cálculo de tal contrapeso, necesario al hemisferio que habitamos y al equilibrio del globo. No hay existencia más azarosa que la de Magallanes. Constitúyenla combates, viajes á lejanas tierras, huídas y litigios, naufragios, asesinato frustrado, y finalmente, pérdida de la vida en manos de los salvajes.
Mientras tanto, conténtese usted con saber que habitamos unas ruinas sumamente pintorescas. Desde lejos, la casa parece una vieja iglesia demolida durante la Revolución. No hubiera podido creer nunca que se pudiese vivir en su interior.
Un hombre que se cree Zumalacárregui, un Zumalacárregui auténtico que sacrifica su genio y su dignidad militar a ambicioso príncipe sin más talento que su fatuidad ni más idea que su ambición; un país que abandona en masa hogares, trabajo, campo y familia por conquistar una soberanía que no es la suya y una corona que no ha de aumentar sus derechos; ríos de sangre derramados diariamente entre hombres de una misma Nación; clérigos que esgrimen espadas, moribundos que se confiesan con capitanes, villas pobladas por mujeres y chiquillos; cerros erizados de frailes y poblados de hombres lobos, que deliran con la matanza y el pillaje, son incongruencias que repetidas y condensadas en un solo día y lugar pueden hacer perder el juicio a la mejor templada cabeza y hacer dudar de que habitamos un país cristiano y de que el Rey de la civilización es el hombre.
La tierra que habitamos le pareció un pobre globo ridículo navegando por el espacio sin ser notado ni sentido de nadie. Las guerras, las grandes catástrofes y trasformaciones históricas que en ella se efectúan, cosas tan despreciables y risibles como las luchas de los seres que habitan una gota de agua.
Al tender la vista por esta distinguida asamblea, observo con júbilo que todos los que la componen han sido dotados también de una buena parte de esta fuerza nativa o acumulada por la herencia. Por ello les felicito con toda mi alma. Lo esencial en este mundo que habitamos es nacer aptos para la lucha. Para no ser aplastados es menester aplastar.
A los que habitamos en ciudades, estamos condenados á sucia atmósfera, recibimos en los pulmones aire ponzoñoso, respirado ya por otros muchos pechos, lo que más nos asombra y nos regocija, cuando recorremos las altas cimas, es la maravillosa pureza del aire. Respiramos alegremente, bebemos el hálito que pasa, nos embriagamos con él.
Pues vemos que no es cierta y duradera La ciudad que habitamos sin firmeza, Busquemos la que es firme y verdadera, Que dure para siempre en gran alteza. La muerte viene á priesa muy ligera, No es justo espante al bueno su fiereza. Temerla es natural, mas sea de suerte La vida, que no pese de la muerte.
Palabra del Dia
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