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Actualizado: 15 de julio de 2025


Pero Isidora, para quien aquel espectáculo, además de ser enteramente nuevo, tenía particulares seducciones, vio algo más de lo que vemos todos. Era la realización súbita de un presentimiento. Tanta grandeza no le era desconocida. Habíala soñado, la había visto, como ven los místicos el Cielo antes de morirse.

Dejome su hacienda, que puesto que hubiese vendido para comprar su primer oficio la primera que sus padres le dejaron, por los grandes provechos que los oidores gozan en las Indias, habíala hecho, y buena: ¿pero qué era su hacienda comparada con la opulenta hacienda mía? ¿ni de qué podía servirme más que de amargura, siendo así que la tenía por su muerte?

Su marido, en momentos de expansión amorosa, cuando ella se sentía más supeditada, habíala arrancado firmas comprometedoras y tenía que pagar, so pena de ver sus bienes embargados.

Habíala conocido cuando estaba con su tío, el buen D. Celestino del Malvar. Nos conocíamos los dos, señora, y como ella era tan buena, y yo también..., porque yo era muy bueno... En fin, señora, yo no puedo ocultar a Usía la verdad. Dímela de una vez.

Habíala tomado por una de esas pobres vergonzantes que a las altas horas de la noche extienden en silencio su mano descarnada al transeúnte que se retira solicitado por el descanso u hostigado por los vicios.

Mas este algo podrido, esta charca hedionda, desbordada siempre por la desvergüenza propia y la cobardía ajena, mezclándose con el agua pura y comunicándole en apariencia sus impurezas, habíala ella estancado en casa de la Albornoz; y al quedar deslindados los campos, la lógica de los números metió la mano inexorable dessus du panier del gran mundo y sacó tan sólo catorce mujeres perdidas, por ciento veinte mujeres honradas.

Habíala visto en el jardín descubierta la faz Viváis-mil-años; hermosa la había admirado, joven la había conocido, pero su imagen se había borrado de su memoria: en vano había registrado el jardín desde su ventana; la dama no salía a él nunca, o por lo menos de día, y Viváis-mil-años no había podido dar señas que les satisfacieran a los ricos galanes que de él se servían para sus amores, y a los que había hecho relación de la nueva y hermosa dueña de la casa del duende.

Habíala hecho Dios generosa, eso ; y si algo poseía, y encontraba personas más necesitadas que ella, le faltaba tiempo para desprenderse de todo... y tan contenta. No se dieron por convencidos los miserables, dejados de la mano de Dios, y alargando las suyas escuálidas, con afligidas voces pedían a Benina de Casia que les socorriese.

Habíala ya depuesto sobre el pavimento y comenzado á extender su mantel sobre la mesa, antes que hubiese sacudido enteramente mi letargo. Por fin me levanté bruscamente. ¿Qué es esto? dije. ¿Qué es lo que hace usted? La señora Vauberger fingió una viva sorpresa. ¿No había pedido comida, el señor? No. Eduardo me dijo que... Eduardo se ha engañado. Será el inquilino de al lado.

Y así era la verdad, que la hermosa indiana venía por entre las verdes frondosidades del jardín, y en paso lento, hacia el sombroso cenador donde los dos amantes se encontraban; y era el paso lento de doña Guiomar la vacilación de su alma, en la que tal tumulto habían levantado su amor y sus celos, su indignación contra Cervantes, su odio contra Margarita, y la obligación en que se encontraba, por su propio decoro, de vencer aquella tempestad que en su alma se revolvía, y aparecer ante los dos amantes tal y de igual manera que como estaba cuando se separó de ellos, que no sabía qué hacerse, y temía que en el semblante se le conociesen la turbación, y el despecho, y la ira, y los celos, y la venganza, y el infierno, en una palabra, que a su alma daban cruda guerra; porque Florela no había andado con rodeos, y todo lo que había visto y oído habíala contado en el momento en que se partió el familiar que a visitarla había ido.

Palabra del Dia

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