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Actualizado: 29 de julio de 2025
Entrole en oyendo esto a doña Guiomar otra vez, y con mucho más efecto, su temor a los duendes, y se apresuró a mirar si tenía aún en su seno aquella poderosa e inestimable medalla del familiar de la Inquisición, y hallola; y temió que aquel hombre con quien había hablado, no hubiese sido otra cosa que una imaginación suya, o cosa de encantamiento y hechicería, de la cual se había librado por la virtud de la santa medalla.
Y con esto saliose, y ya más resuelto, fuese a la casa de doña Guiomar, a la que halló en su retrete con Margarita. En que doña Guiomar prosigue el relato de su historia. Tan a tiempo venís, señor Miguel de Cervantes, le dijo doña Guiomar apenas hubo entrado, que esta señora iba a empezar a relatarme sus desventuras.
El llamado era el secretario del conde de Haro. Poned una carta para la abadesa de las Descalzas Reales, en que la diréis que entregue mi hija la señora doña Juana, al aya doña Guiomar; al momento, al momento, y que me perdone si no voy yo en persona porque el catarro no me deja.
Las ventanas, abiertas, dejaban penetrar una paz penumbrosa y el primer aliento somnífero de la noche. Íñigo de la Hoz y su hija Guiomar se establecieron en Avila el año de 1570, viniendo de Valsaín, junto a Segovia, donde tenían su heredad.
Suspiró doña Guiomar, partiósele de los ojos, aunque involuntariamente, una mirada, que como si hubiera sido fuego del cielo, en su dulce fuego abrasó el corazón de Cervantes, y luego, bajando los ojos ruborosa la bellísima doncella viuda, quedose en silencio como si la grandeza de lo que sentía la vedara el uso de la palabra.
Ni podía decirla que por Florela sabía que Margarita estaba aposentada en la misma alcoba de doña Guiomar, porque no sabía cómo disculpar su ida secreta, amparándose del silencio de la noche y de la soledad de la casa, para ir a buscar a la que ya debía tener como su esposa.
Por algún tiempo, doña Guiomar estuvo mirando con todo este dolor, con toda esta rabia, con toda esta amenaza, con toda esta descomposición, con toda esta desesperación, con toda esta pasión que se ha dicho, a Cervantes, que al verla de tal modo, encontrándose ante ella abrumado por la culpa, habría querido que la tierra se hubiese abierto bajo sus pies y le hubiese ocultado.
Y porque importa saber lo que el familiar y doña Guiomar hablaron, y lo que hablaron doña Guiomar y su doncella, de ello se va a dar cuenta en el capítulo siguiente. En que se ve cuán dura tenía la Inquisición la mano, aun para sus familiares, y cuánta fuerza, cuánta virtud y cuánta prudencia doña Guiomar para encubrir sus amarguras.
Hinchádole hubiera yo la cara a mogicones al tal rapista, y aun siendo mujer, si tal a decirme se atreviera, exclamó doña Guiomar irritada; que yo no sé para qué os ha hecho Dios hombre, señor Ginés de Sepúlveda; y cosas son estas más para vistas que para oídas, porque no viéndolas parecen imposibles.
Había acudido doña Guiomar desasosegada y con disgusto a la visita del señor Ginés de Sepúlveda, al que encontró todo mezquino y encogido, y tan espantado como quien se cree en un gravísimo peligro.
Palabra del Dia
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