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Actualizado: 14 de octubre de 2025


Apenas se hubo entablado esto, cuando los hacendados y el Ilustre Ayuntamiento solicitaron que dichas guardias se avanzasen á determinados puntos, ó parages, que se hicieron reconocer: pero los dictámenes, ó informes fueron siempre tan varios y opuestos, como las pasiones ó modos de pensar de sus autores, y redugeron algunos puestos, y adelantaron otros.

Señor Virey, para que la condujesen á Buenos Aires 4 indios que con el Chanchuelo, dice, á mandar á esta ciudad, á fin de que estos pudiesen pasar por las guardias francamente, y que el dicho cacique con Guchulap, Calpisquis, Toro, Guchan, Canopey y Alcaú juntos, pasaban al Volcan á tomar bagualada, de cuyo paraje queria despachar los expresados chasques Buenos Aires.

Y sea porque la vista de los guardias le turbase ó no tuviera en gran respeto al santo que iba en semejante compañía, no rezó ni siquiera un requiem æternam. Detras de S. José venían las niñas alumbrando, cubiertas la cabeza con el pañuelo anudado debajo del menton, rezando igualmente el rosario aunque con menos ira que los muchachos.

Eran bestias difíciles para la lidia, que corrían hacia ellos enseñando los colmillos, como si los enfureciese su aspecto exótico y husmeasen en sus personas a enemigos de la propiedad. Muchas veces, cuando dormían al aire libre cerca de una estación, esperando el paso de un tren, llegábase a ellos una pareja de guardias civiles.

Pero héte aquí que al llegar nuestro Alcaide á la Reja grande, con lento paso y grave continente, muy penetrado de la seriedad de su cargo, fué súbitamente acometido por dos de los presos, quienes á viva fuerza le sujetaron apoderándose del manojo de llaves que tenía, sin que en auxilio del don Juan vinieran ni corchetes ni guardias.

Acompañábanle media docena de guardias municipales, un alcalde de barrio y hasta diez o doce hombres de mala catadura, provistos de grandes garrotes, que parecían por las trazas pertenecer a la por aquel tiempo famosa partida de la porra. Guardáronse todas las puertas, quedando franca para todo el mundo la entrada, prohibida para todos la salida.

Catalina comenzó a hablar lentamente: ¡Doscientos cuarenta hombres! añadió . Son guardias nacionales y soldados... Ya cruzan el foso... Ahora suben por detrás de la media luna... Gaspar habla con Marcos... ¿Qué le dice? La anciana parecía que escuchaba. «¿Vamos pronto, venid pronto... El tiempo vuela... ¡Ya están en la explanada!

Aquella noche los guardias de las puertas de la ciudad fueron sustituidos por artilleros peninsulares y al día siguiente, á los primeros rayos del sol, Ben Zayb que se aventuró á dar un paseo matinal para ver el estado de las murallas, encontró en el glacis, cerca de la Luneta, el cadáver de una jovencita india, medio desnuda y abandonada.

Dirigiéronse a la montaña por el valle de Cañedo, pero al día siguiente una docena de guardias civiles, que salió inmediatamente en su persecución, los sorprendió en el momento de estar acampados comiendo, y sin que pudiesen hacer resistencia los trajo para la villa amarrados.

Los guardias treparon ágilmente, calando la bayoneta, dispuestos á un combate cuerpo á cuerpo; el Carolino era el único que marchaba perezoso, con la mirada estraviada, sombría, pensando en el grito del hombre al caer derribado por su bala.

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