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Actualizado: 14 de octubre de 2025


Así puede decirse, pues tal era su idea. Se figuraba que tenía en la mano una de aquellas mangas de riego que había visto en las calles, y que, apuntándola a D.ª Laura, arrojaba sobre ella, en forma de inundación, todo el desdén que puede caber en un corazón tan grande como el depósito del Campo de Guardias.

¡Mardita sea!... Pero ¿por qué sirban? ¿Han estao acaso en la corría?... ¿Les ha costao el dinero?... Una piedra dio contra una rueda del coche. La pillería vociferaba junto al estribo; pero llegaron dos guardias a caballo y deshicieron la manifestación, escoltando después por todo lo alto de la calle de Alcalá al famoso Juan Gallardo... «el primer hombre del mundo».

Por la mañana muy temprano se toca diana y se procede á repartir las guardias de avanzadas y centinelas, lo que es motivo para que se originen serios disgustos, pues como es muy extraño encontrar entre éllos un soldado, ya que casi todos tienen elevada jerarquía militar, no se conforma un comandante con hacer centinela ó estar tres horas sobre un árbol en las avanzadas vigilando al enemigo.

Los guardias, teniendo en consideracion la categoría del rebelde, van á buscar al cabo, mientras casi toda la sala se deshace en aplausos, celebrando la entereza del señor que continúa sentado como un senador romano.

El médico de guardia conocía a Maxi, y después de curarle la contusión de la cabeza, que no tenía importancia, le mandó a su casa al cuidado de los guardias de Orden Público. xi Cuando entró el malaventurado chico en su casa, Fortunata no había aparecido aún.

Manda una partida que salga adelante de la calle en que estaban reunidos, deja a otra atrás, hace poner guardias en todas las avenidas, y tomando él por otro camino, entra en la ciudad, dejando presos a sus oficiosos huéspedes, que tuvieron que pasar el resto del día y la noche entera agrupados en la calle, haciéndose lugar entre las patas de los caballos para dormitar un poco.

Un consejero jubilado, la señora de un Alcalde de Corte, un exento de guardias, un oficial de correos y un poeta habían caído el día anterior.... ¡Bendito Dios! los que no eran pobres tenían al menos el recurso de la fuga, siempre que el cólera no fuera con ellos, invisible, en la zaga del coche, como solía acontecer.

A la izquierda el puro azul del cielo se deja ver, desvaído ya y marchito, y su fondo luminoso queda cortado a trechos por las formas rígidas de alguna conífera o por los tricornios de los guardias que permanecen clavados a sus caballos, y los caballos a la tierra como verdaderas estatuas.

Todos protestaron; el cardenal, que tenía malas pulgas, quiso meterlos en cintura, y uno de ellos fue con la queja a Roma, enviado por sus camaradas. Cisneros, como era gobernador del Reino, puso guardias en todos los puertos, y el canónigo emisario fue hecho prisionero al ir a embarcarse en Valencia.

Acá ronda distraído, por una acera, un par de guardias civiles ó gendarmas de estrambótico uniforme, que hacen recordar el carnaval; ó se detienen, con la conciencia de su inutilidad, a departir con algún barbero desocupado que espera á sus parroquianos en la puerta del taller, armado de su amenazante navaja.

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