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Actualizado: 14 de julio de 2025


Llevando la cabeza de una pasó dos trincheras, arrolló las guardias enemigas... mas no á todos inflamaba su ánimo: vió con dolor que capitanes y soldados arrojaban las armas; vióse abandonado, teniendo que correr hacia las galeras amparadas bajo el castillo con ánimo de resistir todavía, y para lamentarse de la suerte, que le puso al cabo en manos de Piali. ¡Con qué dolor refirió al Rey en el Memorial la extremidad, en que no le acompañó la entereza ni la consideración de todos sus capitanes!

Tal había sido la intención de la señorita, y D. José habría creído ofender a su bienhechora interpretándola de otro modo. Guardaría, pues, su tesoro, y se valdría de todas las trazas de su ingenio para defenderlo de las miradas y de las uñas de Nicanora... porque si esta lo descubría, ¡Santo Cristo de los Guardias...! Pasó la noche en grandísima intranquilidad.

El cardenal Sannini fue, según parece, traidor a la Iglesia, pues aun cuando indujo a Pío IX a que permitiera sacar el tesoro secretamente, jamás le dijo el punto exacto donde estaba oculto; y es extraño que los dos guardias suizos que le ayudaron en su obra al cardenal, y que, fuera de él, eran los únicos poseedores del secreto, desaparecieran tan completamente.

Tomado un verdadero conocimiento de estos pasos y caminos, podian fortificarse, y repararse, extendiendo á ellos las guardias de las fronteras, porque cortadas estas avenidas, y la del Choelechel, quedaban libres las demas campañas, y á Buenos Aires, y poblaciones del Rio Negro se daban la mano por tierra para su comunicacion, para la cria y fomento de ganado, y para la extension de sus poblaciones.

Y el señor López, insultado por todo un público, deseaba comunicar a alguien su indignación, aunque fuese a los guardias. No tengo más familia que esa. Comprendan mi situación. Se crió en mis brazos: la pobrecita no conoció a su madre. Sacó voz; dijo que quería ser tiple o morir, y aquí tienen ustedes al bonachón de su padre decidido a que fuese una celebridad o a morir con ella.

Pero la obscuridad y el espanto de aquel sitio acongojaron su corazón, aún no suficientemente varonil para arrostrar ciertos lugares. Se detuvo; viose entre dos especies de muerte, y vaciló... Le consolaba que los guardias no podían entrar a cogerle. ¿Y si le hacían fuego?... Entonces se achicó tanto, que volvió a ser niño y a tener miedo.

En la romería la gente estaba ya enterada del suceso; así que todos suspendieron los bailes y danzas para verle pasar. Andrés marchaba charlando con los guardias, afectando indiferencia.

El alcaide le trató con respeto y amabilidad, sabiendo, como los guardias, que el detenido no era ningún criminal. Como estaba rendido de la noche precedente y de las emociones del día, se acostó vestido sobre el catre que le dieron, y durmió unas cuantas horas profundamente. Por la mañana muy temprano ya estaba allí su tío, que había salido de Riofrío antes del amanecer.

Poco más tarde lograron ver algo de la hermosa ceremonia de dar la comida a los pobres después del lavatorio. Hay en el ala meridional de la terraza unas grandes claraboyas de cristales, protegidos por redes de alambre. Corresponden a la escalera principal, al Salón de Guardias y al de Columnas.

Zarapicos fue llevado en gravísimo estado a la Casa de Socorro, y la nueva víctima pateaba y rabiaba de ira al sentir el dolor de su frente y ojo, y al verse manchada de sangre aquella mano benéfica que sólo para alivio de los menesterosos existía. «¡Guardias, guardias, reventad a ese miserable!... ¡Vaya un monstruo!... ¡Carástolis! ¡Ay!, ¡ay! Sr.

Palabra del Dia

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