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Actualizado: 14 de julio de 2025
Eso se cuenta endispués, y las malas lenguas pierden el respeto y disen que si toos somos unos cobardes. El cortijero cerró la puerta, y los guardias comenzaron a dar culatazos pa que abriese.
Antes que mis dos compañeros pudieran acudir en mi auxilio, los dos nos debatíamos, cuerpo a cuerpo, en medio de la profunda obscuridad, sobre el mismo borde del abismo, a cuyo seno era su intención arrojarme para que pereciera como los dos guardias suizos, los cuales debieron ser impelidos al fondo del precipicio por el astuto cardenal.
El profundo respeto que el rey infundía no consintió que ninguno de sus cuatro guardias cumpliese sus órdenes ni accediese a sus ruegos. Carecéis de valor dijo entonces para ser misericordiosos conmigo. Yo supliré el valor que os falta.
Los Ranchos son lo mismo que las demas guardias; pero ha tenido la felicidad de tocarle un Comandante activo y laborioso, como lo es D. Miguel Tejedor. Amaneció claro, y tomamos la altura meridiana del sol, de que resultò la latitud de 35° 30' 46'', siendo la longitud 00° 3' 20'' oriental.
Delante de ellos marchan los milicianos de la ciudad con sus largas carabinas; después los guardias, que tocan sus clarines, y llevan los pendones rojos y amarillos en los que se ven bordados los leones de Castilla y la corona real. ¡Plaza! ¡plaza a la monja! porque es la primera y la última fiesta a la que la pobre joven asistirá.
Llegaban unos tirando de sus caballejos con el serón cargado de estiércol, contentos de la colecta hecha en las calles; otros en sus carros vacíos, procurando enternecer á los guardias municipales para que les dejasen permanecer allí; y mientras los viejos conversaban con las mujeres, los jóvenes se metían en el cafetín cercano, para matar el tiempo ante la copa de aguardiente, mascullando su cigarro de tres céntimos.
Esto le hizo estremecer de espanto, ¡a él que había visto una y otra ejecución en el Campo de Guardias sin conmoverse!... Pero aunque se reconoció bien perseguido, su orgullo estaba allí para aconsejarle no entregarse... ¡Fuera miedo!... Desgraciadamente para él, estos fieros pensamientos se aplacaban con el agotamiento de las fuerzas físicas.
Dos guardias de la Veterana se le adelantaron preguntándole qué quería. Basilio comprendió que había obrado de ligero, pero ya no podía retroceder. Vengo á ver á mi amigo Makaraig, contestó tranquilamente. Los guardias se miraron. Espérese usted aquí, díjole uno; espere usted á que baje el cabo.
Al mismo tiempo que el comisario iba a ver quién era, Bérard y la Baronesa de Börne se acercaban a la puerta. ¡Vérod! exclamó la Baronesa al ver a un joven alto, corpulento, de cabellos negros y bigote rubio, que decidido a forzar la consigna, entró a prisa cuando los guardias, a una seña de su superior, se hicieron a un lado.
Aquí prendieron al Capitán D. Joan de Castilla; ni fué nunca de parescer que se rindiese el fuerte: siempre dijo que quería morir peleando y defendiendo la parte que le tocaba con sus soldados, y ansí le mataron muchos dellos. Los del castillo, viendo lo que pasaba fuera, se abestionaron y pusieron sus guardias porque no entrasen los turcos.
Palabra del Dia
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