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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Los jóvenes ricos iban tras ellas, atraídos por el encanto de lo exótico, solicitando generosos abandonos que pocas veces eran rehusados. Deseaban conocer a un torero célebre, un espada de los más guapos, aquel Gallardo cuyo retrato habían contemplado tantas veces en estampas populares y cajas de cerillas. Luego de verle en la plaza, habían pedido a sus amigos que se lo presentasen.
Tía Carmen, sentada en su sillón y muy aliviada de sus males, nos contempla y sonríe; tía Pepilla parece una abuela bondadosa y tierna; tu papá charla y se goza en nuestra dicha, y mientras tú y yo estamos en el comedor y preparamos una sorpresa al santo sacerdote, poniendo entre los pliegues de su servilleta los retratos de la gente menuda, allá, en el fondo del jardín... dos chiquitines inteligentes y guapos, muy vestidos de gala, una niña que se parece a tí, y un rapazuelo que se parece a mí corren en pos de un aro tintinante.
Los chicos ven todo de un modo singular. Aquélla era época de grandes combates navales, pues había uno cada año, y alguna escaramuza cada mes. Yo me figuraba que las escuadras se batían unas con otras pura y simplemente porque les daba la gana, o con objeto de probar su valor, como dos guapos que se citan fuera de puertas para darse de navajazos.
Pepe y Millán se conocieron en 1862, cuando a los catorce o quince años cursaban en el Instituto del Noviciado primero de latín. Eran ambos entonces de escaso desarrollo físico, pero inteligentes, guapos, listos sin exceso de picardía, y avisados sin sobra de malicia.
Buen mozo, eso sí; le temblaban todos en la taberna de Copa, los domingos por la tarde, cuando jugaba al truco con los más guapos de la huerta; pero en casa debía ser un marido insufrible.... Aunque bien mirado, todos los hombres eran iguales. ¡Si lo sabría ella! Unos perros que no valían la pena de mirarlos. ¡Hija! ¡y qué desmejorada estaba la pobre Pepeta!...
¿Qué hora tiene, don Melchor? Las diez menos cuarto. ¡Verdá! que hemos andado pronto... bueno que estos caballos son de ley. El que es de ley es el cochero dijo Lorenzo, y no le hacen justicia. Y con caminos pesados agregó Ricardo. Algo... sí, señor... al salir del pueblo...; pero después, no... por aquí está casi seco... es que hemos tenido caballos guapos...
No fumaba; había entrado dos ó tres veces en su vida en casa de Copa, y los domingos, si tenía algunas horas libres, en vez de estarse en la plaza de Alboraya puesto en cuclillas como los demás, viendo á los mozos guapos jugar á la pelota, íbase al campo, vagando sin rumbo por la enmarañada red de sendas, y si encontraba algún árbol cargado de pájaros, allí se quedaba embobado por el revoloteo y los chillidos de estos bohemios de la huerta.
Ante esta proposición quedaron un instante perplejos Lorenzo y Ricardo, que sentían vehementes deseos de aceptarla; pero éste se limitó a preguntar: ¿Queda de camino? Eso es lo de menos; los caballos son guapos... y así de paso dejaban la canastita que la veo aquí... ¡pero sin el moño!... Y sin los duraznos repuso Ricardo.
Estriba con bizarría, Y la espuela nazarena Suspira en dulce armonía, Como grillos que á porfía Lloran del preso la pena. Guapos el Pago los llama, Y el alcalde salteadores, Pero pública la fama Que no la avaricia inflama Su pecho en vivos ardores. Ligados por nudo fuerte Los dos siguen un camino: Hermanos de vida y muerte Aceptan la misma suerte Bajo el yugo del destino.
Pero ven acá, infeliz, la única nación que puede atacarnos por tierra es Francia, y si Francia se decidiese a hacerlo, ¿de qué nos servirían todos esos oficialitos tan guapos y bien uniformados? Además, los soldados son un bien para la población por lo que consumen. Los comercios ganan, las casas de huéspedes lo mismo...
Palabra del Dia
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