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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Pues ya que no pueden ustedes beber insistía el señorito con la pesadez del ebrio yo la beberé por ustedes. ¡A la salud de los hombres guapos!... ¡Muera la pillería! Un grupo de guardia civil atrajo su atención en una bocacalle. El sargento que lo mandaba, un viejo de bigote duro y entrecano, tampoco admitió el obsequio de Dupont.

Y estos ladrones consentidos y acatados, ¿no tienen mujer con historia negra, e hijas con parecidos extraños? Y estas hijas, sin ser santas ni servir ninguna de ellas para descalzar a mi inocente Luz, ¿no se ven bien codiciadas de los guapos mozos, y a sabiendas, y no se casan sin que las gentes se escandalicen ni se junte el cielo con la tierra?

Hemos sido muy imprudentes no previendo lo que sucede... ¿Qué es ello? Lo que debía fatalmente suceder. Esos dos muchachos, jóvenes, guapos y educados libremente como hermanos... sin serlo... debían necesariamente llegar a experimentar el uno por el otro sentimientos poco fraternales. ¿Crees que Raúl ama a Blanca? preguntó Neris con ansiedad.

Los mozos del lugar o forasteros que, por más guapos e importantes, habían osado aspirar a doña Luz y habían sido rechazados con suavidad antes de una declaración que los comprometiese, tenían tan alta opinión de doña Luz y de ellos mismos, que cada cual imaginaba que era inexpugnable la que a sus encantos y buenas prendas no se había rendido. ¿Cómo creer que gustase de un fraile enfermizo y casi viejo la que había sido fría, insensible y desamorada con un mozo galán, robusto y gallardo?

«¡Qué viejecitos están ya los reyes de armas!... ¿Ve usted? Ahora vienen los caballos de silla... Sigue el coche amarillo..., penachos morados... Ahora vienen el mayordomo y el intendente..., penachos azules y blancos. Mire usted qué guapos chicos... Ahora viene el coche de nácar..., penachos verdes. ¿Quién será este señor con tanto morrión y tanta cruz?

Se parecería á muchos ricos de la tierra si no empleara toda su fortuna en hacer bien. Aquí están sus obras. Ved los pensamientos, con sus caritas amarillas y sus caperuzas de terciopelo. Miran á un lado y á otro, mecidos por el delicioso aliento de la mañana, y tiemblan de gozo contemplándose tan guapos, tan saludables, tan vividores.

Vamos cada vez peor... ¡Lo que verá toda esa gente menuda cuando sean hombres! Ya se sabía que esto era el exordio de su historia. ¡Si usted nos hubiera visto á los de la partida del Flaire! el pastor nunca pudo decir fraile . Aquéllos eran españoles; ahora sólo hay guapos en casa de Copa.

Si hoy, con los faroles de gas y el crecido personal de agentes de policía, es empresa de guapos aventurarse después de las ocho de la noche por la Alameda de Acho, imagínese el lector lo que sería ese sitio en el siglo pasado y cuando sólo en 1776 se había establecido el alumbrado para las calles centrales de la ciudad. La obscuridad de aquella noche era espantosa.

La probe tiene los ojos como si yorase a toas horas. Ve a verla... ¡Ay, los hombres guapos! ¡Qué castigo! Carmen recibió al Nacional en el despacho del espada. Allí estarían solos, sin miedo a que entrase la señora Angustias con sus vehemencias, o los cuñados, que se habían instalado en la casa con toda su prole, abusando de la superioridad que les proporcionaban las disensiones de la familia.

Le compraron también naranjas. La noche avanzaba, y el tránsito se hacía difícil por la acera estrecha, resbaladiza y húmeda, tropezando a cada instante con la gente que la invadía. «Verás, verás, ¡qué nacimiento tan bonito! le decía Jacinta para calmarle ¡Y qué niños tan guapos! Y un pez grande, tremendo, todo de mazapán, para que te lo comas entero». ¡Gande, gande!

Palabra del Dia

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