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Actualizado: 17 de mayo de 2025


¡Fuego! ¡por Santiago! ¡Fuego! Tirad sobre el caballo y sobre la pluma blanca, y sobre el mismo bandido gritaba el oficial al que se distinguía perfectamente, porque su tropa se había parapetado detrás de una rampa, y desde allí hacía un fuego nutrido y continuo sobre los contrabandistas.

El dolor tiene su fascinación como el placer, y las lágrimas seducen lo mismo que las sonrisas. Tomé, pues, el sombrero, y me largué al Muelle. Una apiñada multitud de gente de pueblo se revolvía, gritaba, lloraba é invadía la última rampa, á cuyo extremo estaba atracada una lancha.

Los dos leopardos, viendo que su presa se les escapaba, en vez de seguirle hicieron irrupción por la puerta del gabinete para cortarle la retirada, pero allí tropezaron con doña Mónica que había estado escuchando y que ya gritaba desesperadamente también: ¡Socorro! ¡Asesinos!

Allí oía el nombre de Dios a cada momento, pero en términos que no le parecían nada filosóficos. ¡Don Pompeyo, tiene usted razón! gritaba un perdido al despedirse de la última peseta ¡tiene usted razón, no hay Providencia! ¡Joven, no sea usted majadero, y no confunda las cosas! Y salía furioso del Casino. «No se podía ir allí».

Su conciencia le gritaba que no era aquél el sacrificio que ella podía hacer. El claustro era probablemente lo mismo que Vetusta; no era con Jesús con quien iba a vivir, sino con hermanas más parecidas de fijo a sus tías que a San Agustín y a Santa Teresa.

La Memoria escrita por Federico sobre no qué, pasó desde la tribuna a la prensa, apareció en una Revista; el niño se creció; inscribiose en un círculo más nombrado; hízose oír; le aplaudieron. Primero hablaba y luego gritaba. Ensordecía los pasillos. Llegó a envanecerse con su facilidad de palabra, y a creerse un Moret, un Gabriel Rodríguez.

Y como en las noches anteriores, los durmientes se despertaron lanzando juramentos; mas á pesar de sus protestas, Rosalindo siguió viendo á la «Viuda del farolito» y su terrible luz. ¡Ahí! ¡ahí! gritaba despavorido, señalando al invisible fantasma.

...Después, embriaguez mayor todavía, la entrada en la espesura para encontrar la buena pista; el gozo de encontrarse solo con ella. La hubiera seguido así hasta el fin del mundo. Y, sin embargo, todo le decía que debía huir de la peligrosa sirena... Su razón le gritaba: «¡Detente!... no vayas más lejos. El espíritu es fuerte, pero la carne es débil.

Cerca de la plaza Nueva ocurrió el deseado encuentro: ¡Viva la guardia civil! ¡Vivan las personas decentes!... Era Luis Dupont el que gritaba, en medio del silencio que imponían a la ciudad tantos fusiles en sus calles. Iba borracho: bien a las claras lo daban a entender sus ojos brillantes y su aliento fétido.

Esta vez Marta habló sin amargura, en el tono tranquilo y moderado que le era habitual, y, sin embargo, cada palabra me partía el corazón. ¡Oh, Marta! gritaba una voz dentro de . ¿Por qué me has rechazado? En eso ella soltó una risa breve y preguntó a Roberto cómo estaban en su casa, y lo que hacían mi tío y mi tía.

Palabra del Dia

bagani

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