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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Asombrole a Miguel el ahínco y la sinceridad con que aquél comenzó noblemente a defenderlos, aunque sin levantar la voz y sin perder un punto de la gravedad que le caracterizaba. Mie usté, D. Luisito, er que má y er que meno, tiene su quebranto, y ar mehó ecribano se le cae un borrón.
Mientras entonces el estudio de la Teología sobreexcitaba los sentimientos y encendía en amor el alma afectiva, amor que con facilidad podía torcerse a mala parte; hoy, estudiando los jóvenes briosos, desde sus tiernos años, negocios tan serios como la Filosofía de Krause o la Economía Política, se hacen por fuerza más morigerados y menos traviesos; adquieren una gravedad que les cae muy bien; y todo el fuego y lozanía de la imaginación se les va, no en coplas y requiebros a las muchachas, sino en ditirambos dulcísonos en prosa rimada, ora al libre-cambio, ora al desestanco de la sal, ora a otro objeto del mismo orden, que allá en lo antiguo ni se sospechaba siquiera que pudiese ser blanco de tantos disparos poéticos y de raptos líricos tan maravillosos.
En las grandes fiestas del año, el muchacho salía del Hospicio para pasar el día en la casa de su protectora. Isidra refugiábase en la cocina con las criadas, trémula de emoción al ver a su hijo en el comedor, sentado junto a la señora y hablando con los amigos de ésta, todos personajes de imponente gravedad.
Si reflexionas un poco en lo frívolos que hasta ahora han sido nuestros amores y en los pecados que constantemente cometemos, no podrás menos de convenir conmigo en que dos muchachos tan desprovistos de gravedad y sólida virtud no están facultados por Dios para educar y dirigir una familia.
Esta novedad le causó tal alarma, que produjo en todo su organismo un gran sacudimiento, despertósele con él, por un instante, la inteligencia; vio a su luz la extensión y gravedad del apuro, y crecieron con ello sus congojas.
La opinion se ha indignado con razón, y la gravedad del mal ha hecho pensar seriamente en los remedios.
Pero... os exijo el más profundo secreto exclamó interrumpiéndose y con una gravedad, verdaderamente regia, el rey. ¡Señor! ¡señor! ¡mi lealtad! ¡Sí! ¡sí! ya sé que la lealtad á sus reyes, es una virtud muy antigua en la noble familia de los Velascos. Y hace frío... La duquesa removió de nuevo el brasero. Del mismo modo os exijo secreto, un secreto absoluto, acerca de lo que está sucediendo.
En las piernas no llevaba más que unas polainas de brocado azul estrechamente ceñidas a las pantorrillas y tobillos; hubiérase dicho que aquella mañana se le había olvidado ponerse los pantalones, pero eran tan señoriles sus modales, que disimulaban por completo la pretendida falta de aquéllos. Aunque de gravedad espartana, era persona fina y hablaba con facilidad el inglés y el francés.
Mientras duró la ceremonia, Edmundo mantuvo un silencio tan absoluto como el de la muerta que tenía a su izquierda y una gravedad tan indescifrable como la del recién nacido, que yacía encima de la mesa. Un ligero incidente rompió la monotonía de aquella extraña procesión.
Respetaba las virtudes un tanto agresivas de fray Anselmo, aprobaba la gravedad de don Fernando y doña Brianda, reía de las ocurrencias de Guy, enamorábase de las gracias de doña Inés... Y también se sentía entre ellos, que una tarde llegó hasta disgustarse seriamente con una broma del vizconde...
Palabra del Dia
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