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Al pasar junto a Rafael, este le dijo al oído, aplicando las palabras de la fábula del cuervo de De la Fontaine: Si el gorjeo es como la pluma, es el fénix de estas selvas. ¡Cuánto tenemos que agradeceros dijo la condesa a María vuestra bondad en venir a satisfacer el deseo que teníamos de oíros! ¡El duque os ha celebrado tanto!

Su charla era un gorjeo dulce, insinuante, que me conmovía y refrescaba el corazón; a impulso de ella se fue disipando poco a poco el tropel de pensamientos pérfidos que vagaba por mi cabeza. Sin saber de qué modo, también desaparecieron todos mis temores; me figuraba que aquella niña tenía algún parentesco conmigo, y no hallaba extraordinaria y peligrosa nuestra situación como al principio.

Tendía ansiosamente las manos, y Perucho, comprendiendo la orden, acercaba la cabeza cerrando los párpados; entonces la pequeña saciaba su anhelo, tirando a su sabor del pelo ensortijado, metiendo los dedos de punta por boca, orejas y nariz, todo acompañado del mismo gorjeo, y entreverado con chillidos de alegría cuando, por ejemplo, acertaba con el agujero de la oreja.

Allí se ve también a miss Carolina Godwin, poetisa lírica muy apreciada en Inglaterra, no muy joven y nada linda, aunque gusta a algunos por sus monadas de pájaro asustado y por una especie de gorjeo de que se sirve para expresar sentimientos supraterrestres e ideas de una elevación que causa vértigos.

Hacía tiempo que la pequeña redoblaba la risa, y su carcajada melodiosa, repentina y breve, era sólo comparable a gorjeo de pájaro.

La charla de sus labios infantiles, suave como el gorjeo de un pájaro; el canto un poco ronco, pero aun más tierno, por eso mismo, de su padre, al dormirla entre los brazos; los sueños, las frescas carcajadas de la adolescencia, el hermoso sol de las mañanas de abril que la bañaba en su cuarto, las caricias incesantes de su madre, el calor del hogar en suma, ese calor que no se compra con los tesoros de la tierra, todo quedaba detrás de ella impreso en las paredes, empapado en los muebles. ¡Y ella lo dejaba sin lágrimas!

Marmontel pretende que allí donde esa palabra tuvo su orígen fué donde nació la poesía. La historia desmiente esta hipótesis: la poesía nació con el hombre, y el idioma rítmico fué el primero que vibró en su lábio balbuciente, como el gorjeo es el primer sonido que sale de la garganta de las aves.

Mientras conversábamos de esta suerte íbamos caminando sosegadamente por las calles. Para evitar el encuentro con cualquier pariente ó conocido de la niña, procuré seguir las menos principales. Su charla era un gorjeo dulce, insinuante, que me conmovía y refrescaba el corazón.

El ventero la tomó, se armó de un candil, vino recto a la cama de Mounsey y tendió el oído. El infame grillo, por una intuición del genio, como se llaman en la vida las casualidades, había callado un momento. ¡Nada le valió! Al primer gorjeo, rápido, enérgico, sin vacilación, como el memorista que hace un cálculo ante la concurrencia absorta, el ventero, de un golpe, lo aplastó contra la pared.

Sólo la tenue luz de una lámpara velada por el vaso de alabastro en que ardía iluminó la estancia tranquila, hasta que rayó el alba y sus resplandores primeros penetraron por la ventana, entreabierta a causa del calor del estío, penetrando también fresco y manso vientecillo, impregnado de aromas de mil flores, y el gorjeo de los pájaros que cantaban en la enramada y saludaban el día naciente.