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Me llamo Golvín y soy capitán del Galeón Amarillo, destinado á conduciros. Marino desde la infancia, he peleado á bordo de barcos ingleses contra normandos y genoveses, bretones, españoles y sarracenos, y os aseguro que la nave de mi mando es muy débil para atacar corsarios.

Poco después se hacía á la vela el enorme Galeón Amarillo, enarbolando el pabellón morado con una imagen dorada de San Cristóbal en su centro y saludado por las aclamaciones de la multitud que se agolpaba en la playa. Más allá de Lepe se extendían los bosques de Hanson y tras ellos las verdes colinas en línea no interrumpida, formando un paisaje risueño y pintoresco.

No habrá existido otro más apto para sentir tales fiebres patrióticas que el de este gran vate hispano, en quien el orgullo nacional se presenta en formas casi delirantes. A bordo del galeón San Juan dice Lope que compuso su poema La Hermosura de Angélica. En diciembre del propio año regresan a España los restos de la Armada.

Un momento después el Galeón Amarillo completaba su evolución, el viento hinchaba las velas y escapaban todos al gravísimo peligro, huyendo de la amenazadora costa, entre las aclamaciones de marineros y soldados. ¡Dios sea loado! exclamó el capitán enjugando el sudor que le bañaba la frente.

La compañía de Don Lope de Figueroa, formada con bandidos de Sicilia , que iba en el galeón de Cicala, se sublevó; dió muerte al sargento, saqueó la carga, y poniendo fuego al resto escapó á tierra, sin que pudieran aprehender más de 25 ó 30 individuos los que acudieran á remediar el desorden.

En el puerto vieron multitud de barcas y botes, y anclado á buena distancia un buque de gran tamaño que se balanceaba sobre las espumosas olas. ¡Dios sea loado! exclamó el barón. Nuestros amigos de Southampton han cumplido su promesa y allí el galeón pintado de amarillo que nos describían y ofrecían enviarnos á Lepe en sus últimas cartas. Amarillo canario, dijo Roger.

Primero que salieron del galeón enclavaron el artillería porque no les tirasen con ella, y no pudiendo caber todos en las dos barcas, quedaron de los amotinados hasta 24 ó 30.

Pero descuidad, que la mitad de estos ducados que aquí llevo se la daré á mi madre y la otra mitad la agregaremos á los dineros que vos tengáis, para comprar el Galeón Amarillo que nos llevó á Burdeos y con él saldremos en busca del barón. ¡Buen Tristán! dijo Roger sonriéndose. Pero ¡ah! que si el barón viviese ya hubiéramos tenido nuevas suyas. ¿Qué villa es esa? preguntó poco después. ¡Romsey!

La primera piedra del genovés pasó silbando sobre las cabezas de los arqueros y cayó al mar; la del pedrero normando mató un caballo y derribó á varios soldados, otra abrió un boquete enorme en la vela del Galeón y la cuarta dió en el centro de la proa y rebotando, arrojó al agua dos hombres de armas de Butrón. El capitán miró fijamente al barón.

Desalentados los normandos con la pérdida de su jefe y acosados de cerca, volvieron la espalda y abandonaron el Galeón, saltando atropelladamente sobre la cubierta de su barco, donde empezaron á diezmarlos las flechas de los arqueros ingleses y los peñascos que desde las cofas les lanzaban los marinos.