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Actualizado: 24 de junio de 2025


Al acercarse el día, comenzaban a subir del valle masas de bruma; las hogueras chisporroteaban por efecto de la humedad, y por doquiera se veían hombres que dormían; unos, tendidos boca arriba, con las manos cruzadas detrás del sombrero, con la cara roja y las piernas dobladas; otros, con la mejilla apoyada en el brazo y el lomo vuelto hacia el fuego; la mayoría, sentados, con la cabeza inclinada y el fusil a la espalda.

Llegados a la playa, a dos tiros de fusil de la tartana, el jefe de aquellos hombres detuvo su caballo y dijo a sus compañeros: ¡Por la silla de mi patrón! aquí se quitó el sombrero ; hijos míos, a la claridad de la luna que se levanta, yo no veo sobre el puente del navío más que al maldito con su gorra y su pluma blanca. ¿Dónde está, pues, el hermano?

Dos riachuelos que en tiempo de secas son completamente inofensivos, pero que en las grandes avenidas hacen imposible su vadeo, y que corre el primero á la salida del pueblo, y el segundo á un tiro de fusil de aquel, mostraban al viajero las ruinas de sus dos puentes, habiéndose establecido sobre las del último un arriesgado paso, formado de troncos de coco.

Hacia las tres de la tarde dirigió una larga mirada en torno suyo, y dijo mirando a Van-Horn: El bosquecillo está allí, detrás de aquel teck. ¡Ya están bien cerca, señor Cornelio, y oirán un disparo! gritó el piloto. ¡Ah! exclamó Cornelio . ¡Al fin voy a volver a ver a mi tío y a Hans! Levantó el fusil y lo descargó al aire; pero no le respondió ninguna detonación.

No hay que perder tiempo gritó Martín, dando una patada en el suelo . Ella sola o con usted. ¡Hala! En seguida. La señorita dejó el fusil a Martín y, en unión de su madre, comenzó a marchar por la carretera. El extranjero y Martín esperaron, luego fueron retrocediendo sin disparar, hasta que, al llegar a una vuelta del camino, comenzaron a correr con toda la fuerza de sus piernas.

Los restantes salieron del tejar, sin tener tiempo mas que para colocarse las cartucheras, tomar el fusil e ir a ponerse en filas, completamente desnudos en la nieve como verdaderos salvajes.

Pero ni derramó lágrimas ni la vida se escapó de su cuerpo ante esta afrenta, como era su deseo... Se vió con los dos cubos en las manos llenándolos en el foso, yendo luego á lo largo de la fila de hombres, que abandonaban el fusil para sorber el líquido con una avidez de bestias jadeantes. Ya no le causaba miedo la estridencia de los cuerpos invisibles.

Por su edad y sus dolencias no era capaz de hacer la guerra á campo raso, pero podía disparar un fusil, inmóvil en una trinchera, sin miedo á la muerte. ¡Que vinieran!... Lo deseaba con la vehemencia de un buen pagador ganoso de satisfacer cuanto antes una deuda antigua. Encontró en las calles de París muchos grupos de fugitivos.

No acababa de decir esto cuando Martín dió una patada al farol que llevaba el viejo, y después de un empujón echó al anciano respetable a la cuneta de la carretera. Bautista arrancó el fusil a otro de la ronda, y el demandadero se vió acometido por dos hombres a la vez. ¡Pero si yo no soy de estos. Yo soy carlista gritó el demandadero.

Para , que estuve aquí hace dos meses en misión sportiva, solo presenta un cambio: que todos mis amigos, los "igorrotes", á quienes encontré en mi viaje anterior armados de bates y pelotas, pasean ahora por las calles, con camisa azul y pantalón de kaki, llevando el fusil al hombro... Los bates han desaparecido; las pelotas no.

Palabra del Dia

irrascible

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