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Actualizado: 24 de junio de 2025
El efecto moral de esta pérdida fué muy notable entre nosotros. Advirtióse claramente en todo el ejército como un estremecimiento de inquietud que, partiendo de aquel gran corazón compuesto de diez y ocho mil corazones, se transmitía al tembloroso fusil, asido por la indecisa mano.
Su primera intención era alquilar allí un caballo que lo llevaría inmediatamente a su casa; porque lo que era hacer cierto número de millas a pie, sin un fusil en la mano, y a lo largo de un camino público, no había que esperarlo de su parte como de la de ningún otro joven fogoso de su especie.
Aunque no soplaba la menor ráfaga de aire, aquella flor oscilaba como si alguien la moviera o acabara de moverla. Es verdad, tío le dijo, armando rápidamente el fusil . Algún salvaje ha pasado por allí. Es muy probable que nos espíen, Cornelio. Iré a registrar los mulghe. ¿Estás loco, sobrino mío? ¿Quieres que te claven una azagaya en el pecho o que te aplasten el cráneo con el bomerang?
Delante venían tres hombres a caballo: dos con boina en la cabeza, el tercero con gorra pellejera, y detrás de ellos, en confuso desorden, hasta doscientos hombres, equipados diversamente, pero con buenas armas, y el mayor número con boina blanca. Traen uno cogido. ¡Pobrecito! dijo. Pateta, oprimiendo maquinalmente el fusil.
Pero no le dio tiempo el guardia a regocijarse, porque otra vez apareció por el arroyo adelante. En vez de fusil, traía dos naranjas en la mano derecha. «¡Eh, Marianín! gritó inclinándose para verle mejor y mostrarle lo que llevaba . Sal; no seas tonto. No te haremos nada... ¿Ves? Si sales, te doy estas dos naranjas». Pecado dio un salto hacia fuera y se arrojó en brazos del guardia.
Lo atravesé, eché a andar entre los arbustos y las zarzas hasta que... La llegada del guardabosque interrumpió su explicación. Andrés descansó despacio la culata de su fusil en el suelo, y dijo: Señora, estoy pronto; cuando gustéis. En la puerta las dos mujeres se abrazaron y cambiaron algunas palabras más; después Marta siguió al guarda a través del bosque.
Las calles presentaban un aspecto siniestro, casi todas solitarias, los balcones de las casas herméticamente cerrados, en las esquinas algunos centinelas con el fusil terciado; los pocos transeúntes que veíamos cruzaban velozmente, con ánimo, sin duda, de guarecerse en su casa lo más pronto posible, y sólo se detenían trémulos ante el «¿quién vive?» del soldado.
El ejército que en otro tiempo creía destrozar al extranjero con dragones de papel de donde salían culebras de fuego, ¡sigue ahora la táctica prusiana y va armado con fusil de aguja! ¡Grave, muy grave!
Estaban ya a mil quinientos pasos de la cadena de peñas que limitaban la bahía, cuando los australianos, que hasta entonces los habían seguido andando a gatas, se pusieron en pie. ¿Se habían ya dado cuenta del exiguo número de sus enemigos y se decidían a asaltarlos? ¡Hans! ¡Cornelio! exclamó Van-Stael . ¡Estad muy prevenidos! Dos tiros de fusil le respondieron.
Quilito y Jacinto, dos capitalistas con más agujeros en los bolsillos que moneda sonante, no se preocupaban de estas historias; si la guerra es así y la vida es así: el soldado no huye, ni abandona el fusil, porque el compañero cae y las balas silban... Adelante; el camino es corto y el premio a conseguir brillante; ofuscada la mente por la visión de fortunas instantáneas, iban derecho al enemigo, sin temor al fuego ni a la muerte.
Palabra del Dia
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