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Actualizado: 11 de junio de 2025


Le daban por mañana y tarde furiosos ataques epilépticos, en los que se golpeaba la cara y se arañaba las manos; y, por fin, un día Benina la sorprendió preparando una ración de cabezas de fósforos con aguardiente para ponérsela entre pecho y espalda. La marimorena que se armó en la casa no es para referida.

Todo eso era indispensable, replicó el doctor tuerto, y de los males individuales se compone el bien general; de suerte que quanto mas males particulares hay, mejor está el todo. Miéntras estaba argumentando, se obscureció el cielo, sopláron furiosos los vientos de los quatro ángulos del mundo, y á vista del puerto de Lisboa fué embutido el navío de la tormenta mas hermosa.

Imponente era el cuadro que desde aquella elevación se divisaba. Prados y bosque iluminados dulcemente por la luz argentada de la luna; oíase á lo lejos el tañido penetrante de una campana; á un lado de la torre se desmoronaban los muros del castillo, presa de las llamas, y al pie de su último refugio agitábase con ademanes furiosos y roncos gritos la multitud de sus enemigos.

Salieron los inquisidores chasqueados y furiosos de la casa del portugués, sin que fuera posible dar más con su persona, apesar de las activas diligencias que se llevaron á cabo, y de los varios medios que se pusieron en práctica.

Verdad es que la salud de la comunidad había mejorado y eran pocas las camas ocupadas en la enfermería; pero en tan grande ventaja no paraban mientes los frailes, sino que andaban resentidos y furiosos contra el nuevo jefe. ¡Aguarles el vino! ¡Meterse á reformador sin consultar con nadie!

Aprovechó un momento en que estaba desierto el paseo para deslizarse por una escalera. Bajó dos pisos sin encontrar a nadie. Luego avanzó por un pasadizo, de puntillas sobre la tupida alfombra roja con grandes redondeles, en cuyo centro se ostentaba el nombre del buque. De algunas puertas surgían furiosos ronquidos. Creyó que sonaban detrás de él leves roces, como si alguien le siguiese.

Pocos minutos después el junco, ya boyante por efecto de la pleamar, salía a toda vela de la bahía, dirigiéndose al golfo de Carpentaria. Al ver huir la nave, los salvajes, que contaban que siguiera embarrancada, lanzaron furiosos gritos y se dispersaron por la playa con la esperanza de que los fugitivos se vieran obligados a tocar en tierra.

El torrero era viudo, y Quenoveva dirigía a sus ocho hermanos como a un rebaño, a fuerza de gritos furiosos. Quenoveva nos pasó a Mary y a al despacho del torrero, lo mejor de la casa, y cerró la puerta para que la prole de chicos y chicas no se nos amontonara encima. ¡Un señorito! decían aquellos pequeños salvajes, con una curiosidad inmensa.

Agarrose, como nadador inexperto, a los hombros de tan prácticos buzos, y acá me sumerjo, y acullá me pongo a flote, fue sorteando los furiosos vendavales que azotaron a España, y continuando la tradición venerable de los Mirandas.

Queden en libertad: no los persigamos, pero no los protejamos tampoco. Recuerdo haber visto en Bruselas una Exposición de pintura y escultura hecha por artistas libres, que protestaban furiosos, en nombre del progreso y del arte del porvenir, contra el arte oficial, ordinario y trillado.

Palabra del Dia

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