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Actualizado: 11 de junio de 2025
Pero en cambio nosotros, convertidos en furiosos Robinsones, no teníamos tiempo para acordarnos de nuestra tía. Hacía mucho tiempo que la quinta dormía en su sombrío y húmedo sosiego.
La vieja abrió los brazos con un gesto de terror... Muertos... muchos muertos... heridos... sangre. A continuación, otros vehículos blindados se habían detenido en la plaza, y tras de ellos, grupos de jinetes, batallones á pie, numerosos batallones, que llegaban por todas partes. Los hombres con casco parecían furiosos: acusaban á los habitantes de haber hecho fuego contra ellos.
En manos de aquellos furiosos caminaba yo maniatado, y ya había llegado a la barranca con el corazón presa de una angustia espantosa por mi familia; ya aquellos hombres, ebrios y engañados se precipitaban a darme la muerte por hereje y maldito, cuando se detuvieron llenos de un terror y de un respeto sólo comparables a su ferocidad.
Permanecieron en un estado de dolorosa indecisión, fluctuando entre la espera prudente ó la loca aventura de atacar á unos enemigos cuyo número exacto ignoraban. No tardó Watson en saber dónde se habían ocultado los otros dos camaradas del gaucho. Sonaron lejanos los furiosos ladridos de varios perros.
A la sazón llegaba de Nueva York pasando por La Habana, con ánimo de dirigirse a París, cuyos habitantes, furiosos por no haber dado todavía su voto decisivo sobre tan gigantesca reputación, habían hecho un motín para desahogar su bilis.
Los apóstoles de la nueva ley me parecieron, en su mayor parte, bribones infames ó frenéticos furiosos, llenos de envidia y sedientos de sangre. Vi al talento, á la virtud, á la belleza, al saber, á la elegancia, á todo lo que por algo sobresale en la tierra, ser víctima de aquellos fanáticos ó de aquellos envidiosos.
Las criadas, endomingadas, huían despavoridas al escuchar el vocerío; y pasaba la tribu al galope, dando furiosos saltos, con sus caretas horriblemente grotescas y esgrimiendo por encima de sus cabezas enormes navajas de madera pintada con manchas de bermellón en la corva hoja.
Ferragut sentía placer con estos relatos de esplendores imperiales, palacios de oro, épicos encuentros y furiosos saqueos, mientras su buque navegaba cortando la noche y saltando sobre el mar obscuro, acompañado por el pistoneo de las máquinas y el batir ruidoso de la hélice, que á veces permanecía fuera del agua durante los furiosos balanceos de proa á popa.
Huyó de aquellos sitios, dirigiéndose al final de la feria, donde estaban los restaurants al aire libre, las buñolerías apestando el ambiente con el aceite frito de sus fogones, y las rifas, cuyos dueños atraían con furiosos gritos a la gente, prometiendo una fortuna.
Acometiéronle furiosos, conocido por los zapatos, y arrancándole de los brazos de su propia consorte, á quien el dolor obligó á salir en seguimiento de su marido, y á quien consolaban los homicidas, con decirle: "no llóres, que nosotros no tenemos la culpa, porque esto lo egecutamos por órden de D. Jacinto Rodriguez."
Palabra del Dia
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