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Actualizado: 26 de junio de 2025
Se estrañaba, se ponía furioso de que sus proyectos encontrasen impugnadores, pero se consolaba con pensar que el hombre que vale enemigos tiene, y se vengaba atacando y desechando cuantos proyectos buenos ó malos presentaban los demás.
Jacobo, herido en su vanidad, derrotado en sus planes, revolvíase furioso al verse cogido en sus propias redes, mientras la marquesa, muy sorprendida y admirada, preguntábale sin perder un punto de su aparente ingenuidad y su señoril aplomo: ¿Pero por qué no quieres firmar?... ¿Qué encuentras en ello de malo? Porque..., porque..., porque firmar eso, es renunciar a mi dignidad de marido.
Quilito, colérico, dio un empujón al tío, que volvió a cogerle de la cintura, echando más ajos que nunca, furioso también; el joven entonces, las manos libres, sacó el revólver y puso la boca del cañón en la frente del atorrante. Suéltame, suéltame o te mato. La sorpresa de Agapo fué tan grande que, maquinalmente, le soltó. Y Quilito, en salvo, a la distancia, le apuntaba con el arma.
Me parece a mí que mi mujer me importa más a mí que a nadie.... Y usted dispense este lenguaje... pero, francamente, esto ha sido una quijotada. Quintanar comprendió que aquello era una insolencia, pero estaba furioso y no quiso recogerla.
Tomaron casa en la Reducción los más cercanos pueblos de los Manacicas, dejando los más distantes, situados hacia el Oriente, al celo del P. Francisco Hervás para que los condujese al pueblo de San Francisco Xavier: mas el P. Hervás, con extremo dolor y sentimiento, no encontró otra cosa que cadáveres y huesos de muertos, por haber hecho en aquellos pobres infieles un estrago fatal el furioso contagio que poco antes había infestado aquel país.
Sí, ya, don Robustiano: ¿pues qué hay, Fulgencia? Creo que Sor Teresa está algo peor... pero no es para tanto alarmar a los pobrecitos señores. ¿Verdad, señor Magistral, que la pobre señorita no está de cuidado? Creo que no, Fulgencia; pero ¿qué dice el médico? ¿Viene de allá? Sí, señor, de allá; y ahí dentro daba gritos... viene furioso... es un loco. No sé cómo le llaman a él.
Juan no ve nada de eso; no ve más que la sombra allá arriba, y el brillo del hacha. Unos pasos más, y la muerte caerá sobre él. Entonces, ante lo inminente del peligro, acude a su memoria el recuerdo de su madre y lo que ella dijo un día a Martín furioso: ¡Piensa en Fritz! grita a su hermano que avanza.
Una de las cosas que más coadyuvaban a infundir el terror en los pequeños y cierto respeto, no exento de miedo, en los grandes, era el caballo que el barón poseía; un caballo de ojo ardiente y feroz y de genio tan furioso que nadie osaba montarle más que él y su amigo Fray Diego, que había servido en caballería.
El escaso público hablaba en voz baja y hacía poco ruido, pero de súbito todo cambió de aspecto, levantándose allí cerca furioso tumulto. La gente se agolpaba a donde el tumulto había empezado: unas personas para tomar parte en él y por curiosidad otras.
Roger solo acertó á dar algunos pasos en igual dirección y se quedó mirando atónito al furioso animal; entre tanto soltaba Simón una retahila de tacos franceses é ingleses y preparaba su arco.
Palabra del Dia
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