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Yo no tengo la culpa contestó tímidamente el aldeano, haciendo un cuarto de conversión hacia la puerta.... Yo soy un probe ... ¡muy probe!, señor don Silvestre; tengo un güerto que me da para ayudar la vida, cáese la paré, entran por ella los animales, destrózanme la probeza que había en él, dícenme: «Fulano tiene la culpa»; y ... ¡qué menos he de hacer que pedir lo que en ley se me debe!... Pero añadió, enternecido, dirigiéndose á la puerta, dicen ustedes que me he equivocao, y yo lo creo.... Perdonar la falta..., y queden ustedes con Dios....

Algunos personajes de Sevilla, el marqués de Tal, el banquero Fulano, se habían interesado en su favor; pero nada habían conseguido. Eso dije yo gravemente consiste en que no tenía usted en el ministerio una persona que tomase con calor el asunto. , señor. Eso es lo cierto. Hubo una pausa, que prolongué adrede, para que el capellán reflexionase sobre lo que yo deseaba.

Yo catorce; pero me corresponden dieciséis; Fulano, que estaba por debajo de en la Ordenación de pagos, tiene ya veinte, y yo llevo diez años con catorce. Pues yo decía D. Basilio , cuando estaba en mi ramo, llegué a veinticuatro por mis pasos contados. Con este desbarajuste que hay ahora, no se sabe ya por dónde anda uno.

Aquí nadie sabe escribir; nadie escribe: todo eso es porquería. Como si de coro supiera cuantos libros buenos corren impresos. Por allá cruza un periodista... Llámale, grítale: ¡Don Fulano! ¡Ese periódico, hombre, mire usted que todos hablan de él de una manera!...

La Nela seguía andando despacio, inquieta de lo que en misma pasaba y de la angustia deliciosa que la embargaba. Su imaginación fecunda supo al fin hallar la fórmula más propia para expresar aquella obsesión, y recordando haber oído decir: Fulano o Zutano tiene los demonios en el cuerpo, ella dijo: «Yo tengo los ángeles en el cuerpo.... Virgen María, estás hoy conmigo.

¡También Fulano! Y como cuando en los días sombríos de epidemia, al pasar por las calles desiertas y ver el fúnebre convoy de los apestados camino del cementerio, la terrible idea de la muerte viene con la pregunta: ¿Me tocará a mañana el turno?

Un indio de pura raza que sirva, por ejemplo, en Malacañang, no encontrará otra palabra más gráfica para nombrar al general que la de el castila, todos los demás que lo rodean serán D. Fulano, D. Mengano, ó esto ó aquello, pero el general será siempre el castila.

Sale aquel criado del servicio de palacio y entra al de alguno de los que llamó D. Fulano ó D. Mengano, y si este vive con otros ciento, que sean en posición oficial menos pasará á ser el castila, y los demás seguirán siendo D. Mengano ó D. Fulano. El mayor título de respeto que puede dar el indio es el llamarle á uno el castila, palabra que va aplicando en el escalafón de las categorías.

1 Y Booz subió a la puerta y se sentó allí: y he aquí pasaba aquel redentor del cual Booz había hablado, y le dijo: Eh, fulano, ven acá y siéntate. Y él vino, y se sentó. 2 Entonces él tomó diez varones de los ancianos de la ciudad, y dijo: Sentaos aquí. 3 Y dijo al redentor: Una parte de las tierras que tuvo nuestro hermano Elimelec, vendió Noemí, la que volvió del campo de Moab;

Que discurrían partidas por las provincias vascas: ¡no asustarse!; afirma don Fulano que el partido absolutista está muerto, y los muertos no resucitan. Que hay profunda escisión en la mayoría liberal; que unos aclaman a X y otros a Z... Bueno, bueno; don Fulano lo arreglará, se pinta él solo para eso.