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Actualizado: 3 de junio de 2025
Sí, hombre: si es aquel que estaba componiendo... ¡Ah! sí. ¡Hombre, debe ser bueno! Precioso. ¿Cómo se titula? ¡Fulano! ¿A secas? No sé si tiene otro título. Es regular. ¿Cuántos actos? Cinco, creo. No son actos dice otro. ¿Cómo? ¿No son actos? Sí, son actos; pero... yo no sé. ¡Ah! sí. ¿Y muere mucha gente? ¡Por fuerza! Dicen que es bueno. ¡Gustará! dicen en otro corrillo.
Véanse algunos ejemplos. Doña Antonia Mexía declaró, entre otras cosas, en un proceso que se le siguió por los años de 1633 : «Que habrá seis años que la dicha Beatriz dixo a ésta que tomase un pedernal y le pusiese la mano encima y dixese: Estos cinco dedos pongo en este muro; cinco demonios conjuro: a Barrabás, a Satanás, a Lucifer, a Bercebú, al Diablo Cojuelo, que es buen mensajero, que me traigan a fulano luego a mi querer y a mi mandar.»
Y así, sin más dudas ni recelos, atravesó el señor Joaquín la borrasca revolucionaria y entró en la restauración, muy satisfecho porque don Fulano sobrenadaba, y se apreciaban sus méritos, y tenía la sartén por el mango hoy como ayer.
Era de esas personas que han llegado a tener cosas, y una vez en posesión de esta ejecutoria, pueden ya cometer a mansalva toda clase de desmanes sin otro temor que el de ver a las gentes encogerse de hombros murmurando: ¡Cosas de Fulano!
Yo, señor mío, no tengo más que mi conciencia, obro segun mi conciencia, mi conciencia está satisfecha, y me importan un comino los juicios de fulano ó zutano. Mi conciencia, señor mío, ¡mi conciencia! Sí, mi General, pero el pais... ¡Tu tu tu tu! El pais, ¿qué tengo yo que ver con el pais? ¿He contraido por ventura compromisos con él? ¿Le debo yo mi cargo? ¿Fué él quien me ha elegido?
Pues es preciso hacerlo. ¿Cuánto vamos ganando? Tanto. Es poco. Pues cuanto. Nos arreglaremos. ¿Quién es el sujeto? Pues es Fulano de Tal. Adelante, empezaremos a trabajar hoy mismo.
El recuerdo de algún compañero muerto en estos pasos difíciles, congelaba su sangre un momento: «Allá abajo está Fulano». Allá abajo, en el fondo de la sima negra que bordeaban a tientas, con el tacto de los ciegos; donde sólo podían verle los cuervos, que poco a poco dejarían blancos sus huesos bajo el peso de la mochila, mientras en su casa, la familia, hambriento, movida por una remota esperanza, aguardaba que un día u otro se presentase.
Dado tal linaje de culto, juzgue el pío lector cuál sería el gozo, confusión y anonadamiento del señor Joaquín, al recibir una mañana a un grave y apuesto sujeto, encargado de saludarle de parte del mismísimo Don Fulano.
»Muy señor mío: Aunque no tengo el honor de conocerle, me tomo la libertad de dirigirle la presente para que, á vuelta de correo, me diga si eres tú ó no es usted el mismo Fulano de Tal que estudió conmigo latín en la villa, y que, por más señas, me quedó debiendo dos reales y medio y unos tirantes de goma.
Decid á cualquiera: "Parece que Fulano ha hecho una buena obra ó realizado una hermosa acción," y ese cualquiera os responderá con aire contrito: ¡Puede!... Decidle, en cambio, que Fulano ha robado en el juego ó cometido estafas y exclamará en tono de triunfo "¡Ah; eso era de esperar!" En seis semanas, Roussel pasó por un borracho.
Palabra del Dia
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