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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Tan espantoso desenlace no había de tener por causa ni peste, ni hambre, ni fuego del cielo, ni ningún otro medio sobrenatural, sino que todo había de ocurrir sencillamente por efecto del truculento frenesí que el amor y los celos producen en el alma de una mujer apasionada. Yo creo haber cumplido con las condiciones que la mencionada señorita me impuso y de ello estoy orgulloso.

Pero ustedes no conocieron a Gallardo como yo le conocí, en la plenitud de su frenesí clerofóbico; ustedes no le oyeron leer como yo las célebres páginas del <i>Diccionario burlesco</i>, el libro más atroz y más insolente que contra la religión y los religiosos se había escrito en España.

Pero cuando se corta y destruye de una vez todo el bosque, como en un acceso de frenesí, dan intenciones de maldecir á quien tal dispuso. La belleza de los bosques que aún quedan en las pendientes de la montaña hace que echemos de menos, con mayor pena, los que nos han robado violentos especuladores.

A la hora del alba, cuando la nueva luz comenzó a señalar las rendijas de la ventana, el amor de Beatriz se encendió como nunca en su pecho. Pensó en ella apasionadamente. Pensó con frenesí en el goce de vivir y de amar, animando junto a él la ilusión de una boca bajo la suya, de sedosa cabellera perfumada, entre sus propias holandas.

Besa ese guante dijo la niña riendo y tirándole uno que había sobre el tocador. Gonzalo se apoderó de él, y lo besó con frenesí repetidas veces.

Deseando huir de un lugar donde tanto había sufrido, abandonó el castillo de Blandieres, lo vendió, y fue a instalarse en París, con la firme intención de indemnizarse de los tristes años que había pasado. Arrendó un hermoso departamento en la calle General Foy, y terminado su período de luto, se lanzó al mundo con frenesí.

Pasados algunos días supo que, en efecto, su padre le había mejorado en tercio y quinto, lo que constituía a su favor, teniendo presente que en los últimos años el capital del brigadier se había mermado, una renta de siete mil duros; supo también que su madrastra, en el frenesí de la cólera intentaba ponerle pleito.

De pronto se le antojó mirar una Ilustración que estaba sobre un centro de sala. «La última flor» decía la leyenda de un grabado en que clavó Ana los ojos. En un jardín, en Otoño, una mujer, hermosa, de unos treinta años, aspiraba con frenesí y oprimía contra su rostro una flor... la última....

Las horas de la noche las pasó sin descanso alguno y como en delirio, que llegó al frenesí más subido cuando a la siguiente mañana nos dijeron que la vieja Carja había desaparecido, dejando muy mal olor de sus acciones, que quién las calificaba de hechiceras, quién las presentaba por de un espíritu malo.

Ya sabemos que Dorotea era la hermosa de moda; es decir, la comedianta que por orgullo enriquecía el duque de Lerma, la niña de los grandes ojos azules y del seno de nácar, que enloquecía á los galanes de Madrid; la reina de las entretenidas, como diría un francés de nuestros días; la tentación viviente y continua del corral de la Pacheca, aquella á quien si por comedianta excelente hubiera aplaudido siempre el público, aplaudía con frenesí, por inimitable comedianta y por incomparable en hermosura.

Palabra del Dia

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