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Ni cuando el Gran Capitán se enseñoreó de Italia arrojando á los franceses; ni después de Lepanto, de San Quintín y de Pavía; ni cuando en Trento prevalecieron nuestros teólogos y reformando la iglesia oponían fuerte valladar al protestantismo y trataban de conservar la virtud que informaba y que unía la civilización europea; ni cuando desde principios del siglo XV, con tenacidad admirable y con fe constante, agrandábamos experimentalmente el concepto de las cosas creadas, circunnavegando el planeta, cruzando mares incógnitos y tenebrosos y descubriendo nuevos mundos y nuevos cielos, jamás hemos menospreciado á las otras naciones ni las hemos tratado con insolente orgullo, ni las hemos insultado como en el día se nos insulta.

Sobre el peñón del Falkenstein, en la cumbre de la montaña, se levanta una torre redonda, socavada por su base. Esta torre, cubierta de zarzas, espinos silvestres y mirtos, es tan antigua como la sierra; ni los franceses, ni los alemanes, ni los suecos la han destruido. La piedra y el cemento se han adherido con tal solidez, que no se puede arrancar el más pequeño fragmento de ella.

Además, casi todas las mañanas encontraba á los dos franceses en Hyde-Parck, donde se paseaba á caballo con sus hermanos y al paso, lo que ponía á aquellos dos centauros en un estado de abatimiento lamentable.

Su famosa Poética apareció en 1737, obra destinada á reformar radicalmente la literatura española, y reputada hasta ahora por los galicistas como el código del buen gusto. Con decir que esta poética tiene por maestros á Boileau y á los intérpretes franceses de Aristóteles, indicamos también su espíritu y su tendencia general.

No pudiéndose evitar el idioma, esquívanse los únicos razonables modelos, nuestros clásicos y nuestros modernos, yendo los bardos a beber las castalias aguas en los "parnasianos" y simbolistas franceses y en los modernistas hispano-americanos. En éstos, singularmente. El azul y los lirios y rosas líricos de Rubén coloran y perfuman la nueva poesía ultramarina. Chispea el

Cuando la nación francesa cayó en 1793 en manos de aquellos implacables terroristas, más de millón y medio de franceses se hartaron de sangre y de delitos, y después de la caída de Robespierre y del Terror, apenas sesenta insignes malvados fué necesario sacrificar con él, para volver la Francia a sus hábitos de mansedumbre y moral; y esos mismos hombres que tantos horrores habían perpetrado, fueron después ciudadanos útiles y morales.

Antes, París pertenecía a los parisienses, y este antes no está muy lejos de nosotros, treinta o cuarenta años apenas. Los franceses, en esta época, eran dueños de París, como los ingleses lo son de Londres, los españoles de Madrid y los rusos de San Petersburgo. Pasaron esos tiempos. Los otros países tienen aún fronteras, pero la Francia ya no las tiene.

Yo tenía lástima de ella y quise sacarla de allí..., pero me fusilaron los franceses. ¡Te fusilaron! , señora, y el Sr. de Lobo...; pues..., lo cierto fué que la niña desapareció. Ya... Cuéntamelo todo. Con el mayor afán, con el interés más grande que durante mi vida he sentido por cosa alguna, empezaba yo a contar a la Condesa lo que sabía, cuando la entrada de dos personas me interrumpió.

El alcalde de aquella villa, donde no había quedado ni una sola arma de fuego, se atreve, sin embargo, a dar cuenta de los setenta franceses, para lo cual era preciso despachar primero a los veinticinco que a todas horas estaban de guardia en el puente.

D. Paco, a quien desde el primer momento tuve y diputé por un gran zopenco? También me ha enseñado Historia, , señor. Y lo de nuestro padre Adán y aquello de Alejandro cuando fué a dar batallas a los persas, como ahora vamos nosotros a dárselas a los franceses. ¿Y nada más?