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Actualizado: 9 de mayo de 2025


Calderón parece, en efecto, como dice un ilustrado crítico literario , «que ya con la dulce soñolencia de quien se deja llevar de risueñas ilusiones, ya con la formalidad sublime de un pensador ó de un anciano, al contemplar la brillante grandeza del firmamento, alumbrado por el sol ó tachonado de estrellas, que semejan flores eternas, las comparan con esas otras flores, astros pasajeros de la tierra, adornadas de vivos colores, y despidiendo perfumes de sus cálices de púrpura, y ó presencian sonriéndose sus tempestades temibles, pero bellas, ó las consideran como manifestaciones de un poder más alto;» y, á la verdad, en los afectados adornos de su elocución, sobrecargada de imágenes, en su hojarasca vacía de sentido, nos ofrece abundancia extraordinaria de pensamientos poéticos.

El unitario tipo marcha derecho, la cabeza alta; no da vuelta, aunque sienta desplomarse un edificio; habla con arrogancia; completa la frase con gestos desdeñosos y ademanes concluyentes; tiene ideas fijas, invariables, y a la víspera de una batalla se ocupará todavía de discutir en toda forma un reglamento o de establecer una nueva formalidad legal, porque las fórmulas legales son el culto exterior que rinde a sus ídolos, la Constitución, las garantías individuales.

Así es que un día ambas se quedaron atónitas y pasmadas cuando, después de varios requiebros, entre burlas y veras, D. Gumersindo soltó con la mayor formalidad y a boca de jarro la siguiente categórica pregunta: Muchacha, ¿quieres casarte conmigo?

Cuando el señorito Gabriel quedó sin mamá de pequeñito, lo cuidó con una formalidad que tenía la gracia del mundo, porque ella no era mucho mayor que él. Una madre no hiciera más. De día, de noche, siempre con el chiquillo en brazos. Le llamaba su hijo: dicen que era un sainete ver aquello. Parece que el peso del chiquillo la rindió y por eso quedó más delicada de salud que las otras.

¡Jacinta! ¿Qué me cuentas?... Estas cosas no son para bromas dijo Santa Cruz con tal alborozo, que su mujer tuvo que meterle en cintura. Eh, formalidad. Si te destapas me callo. bromeas... Pues si fuera eso verdad, no lo habrías cantado poco... ¡con las ganitas que tienes! Ya se lo habrías dicho hasta a los sordos. Pero di, ¿y mamá lo sabe? No, no lo sabe nadie todavía.

El regreso a los Pazos fue animado por comentarios y bromas acerca de las visitas: hasta Julián dio de mano a su formalidad y a su indulgencia acostumbrada para divertirse a cuenta de la mesa escotada y del almacén de quincalla que la señora jueza lucía en el pescuezo y seno.

Aunque el marino era con frecuencia perteneciente á las principales familias de la población, no había que buscarle en la Alameda, ni en el salón del Suizo, ni en los bailes de formalidad. Semejantes atmósferas le asfixiaban. Sus terrenos preferidos eran los cafés de segundo orden y todas las calles de la población, siendo de noche.

Y nunca estaba Jacinta más celosa que cuando su marido se daba aquellos aires de formalidad, porque la experiencia le había enseñado a conocerle, y ya se sabía, cuando el Delfín se mostraba muy decidor de frases sensatas, envolviendo a la familia en el incienso de su argumentación paradójica, picos pardos seguros.

Los ingleses, que en general son tiesos y formales, tienen la ventaja de su tiesura y de su formalidad; pero estos anglómanos del Mediodía, con su mezcla de tiesura y de mandanga, me parecen bastante cómicos. Dolorcitas, como era natural, no tenía mucho cariño por su padrastro.

Con todo esto, veíase que algo degeneraba en él la raza: amigo de goces, de ostentación y vanidades, faltabale a Aurelio el tino exquisito de no salir de mediano por ningún respecto, y carecía de la formalidad exterior, del compasado porte que a los Mirandas pasados acreditaba de hombres de seso y experiencia y madurez política.

Palabra del Dia

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