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Actualizado: 13 de julio de 2025


Volvió otra vez el criado de gesto imponente a recibir al torero en la cancela, para decirle que la señora había salido, cuando él sabía ciertamente que estaba en casa. Gallardo la habló una tarde de una breve excursión que debía hacer a su cortijo de La Rinconada. Necesitaba ver unos olivares que su apoderado había comprado durante su ausencia, uniéndolos a la finca.

La finca, cercana a la ciudad de México, fué propiedad de la Compañía de Jesús desde los tiempos más remotos de la Colonia, y cuando los célebres religiosos fueron expulsados de los dominios españoles, por las razones que Carlos III tuvo a bien guardar «en su real pecho», fué adquirida por un mi antepasado.

Desde su puesto de observación, Roussel le veía mirar con insistencia hacia la finca de la señorita Guichard. Y hasta le veía la cara lo bastante para notar su profunda tristeza. ¿Esto era, pues, el objeto de sus paseos misteriosos? Venía á contemplar el sitio donde había visto por primera vez á Herminia. Esperaba verla de lejos si pasaba por la alameda de las ramas colgantes.

Tiene un jarrón de China, que hubo quién sabe en qué lances, y ya lo trajo, para que adorne la fiesta; pero quiere que esté donde lo vea la niña Ana. ¡Ahora que ha empezado la temporada en la finca! Andar, bien, andar, Ana no puede; pero Petrona la acompaña mucho y Sol, siempre que van Juan y Lucía a pasear por la hacienda, porque entonces ¡qué casualidad! entonces siempre necesita Ana de Sol.

Uno que hacía allí de capataz o medio mayordomo se brindó a servirles de guía. La finca estaba situada en la pendiente de la misma suave colina donde está asentada Lancia. A espaldas de la casa se encuentra el bosque, que le priva de la vista de la ciudad. Así que con hallarse tan próxima parece que se está a cien leguas de ella, en la amable soledad del campo.

Sin contar las mesadas que del Estado cobraba, las ricas vestiduras de que estaban atestados sus cajones, y los vaso y alhajas de metales preciosos, las gentes señalaban en los alrededores de la ciudad alguna finca, escondida entre macizos de árboles, donde Su Ilustrísima podía, como en cosa propia, hacer lo que mejor le pareciese.

Mostrando confianza a nuestros hermanos solemos hacerlos mejores: recelando de ellos, jamás... Recuerdo que hace bastantes años tuve necesidad en Guatemala de ir desde mi finca a la capital para cobrar unas letras. Me acompañaba un criado de confianza que lo había sido también de mi tío.

El coronel contestó «que por Dios y todos los santos continuasen viviendo donde habían nacido, que él se lo suplicaba por bien de la misma finca, que sin ellas se vendría a tierra». Las solteronas, sin contestar ni transigir en lo del matrimonio, se quedaron en el palacio para que no se derrumbara. A don Carlos le dolió mucho que ni siquiera se le preguntase por su hija.

Pero éste quería pasar los días de Carnaval en una finca suya de Medina del Campo, lejos del bullicio de la ciudad, como convenía a un hombre serio. Después de fiestas, le esperaba en su casa todas las mañanas. Y se alejó escoltado por sus solemnes acompañantes, después de estrechar la mano de Isidro con igual llaneza que si fuese un colega. Maltrana le siguió con una mirada de intensa simpatía.

Que nadie le tocase su huerto de Alcira. Y no es que amase gran cosa una finca que sólo veía una o dos veces por año. Deseaba convertirla pronto en dinero; pero los ocho mil duros limpios que pensaba sacar de ella eran la base de su porvenir, la realización de sus ilusiones, el medio de establecerse y convertir a Tónica en dueña de una gran tienda de telas.

Palabra del Dia

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