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Actualizado: 11 de junio de 2025
Bajo el casco de acero brillante como un espejo, con sus dos alas de blancas plumas, caían los rubios bucles, brillaban con salvaje furor los ojos verdes y parecían palpitar las aletas de la nariz con indomable fiereza.
Ten miramiento, rapaz. Defensa de mujer. Y de lobo. ¡No te los haga yo dejar clavados en la tierra! ¡Mucho hablar es!... Si los quieres bien, no los saques al aire. ¡Mírenlos! Oliveros muestra los dientes albos, jóvenes, fuertes, con un gesto lleno de violencia, que recoge los labios y los estremece con sanguinaria y primitiva fiereza. ¡Dientes de hambre, no asustan! ¡Hambre de morder!
Los rotos escuadrones Salvados del cuchillo, Buscando otro caudillo Volviéronse á reunir; Y en el Tuyú cercados, Con varonil fiereza Juraron con firmeza Libertad ó morir. El vencedor sobérbio Cubierto de humor rojo En su brutal enojo Esto llegó á decir: «Rendireis vuestras armas «Y sereis mis esclavos.» Y responden los bravos: Libertad ó morir!
En sus compañías, que al llegar al colegio fueron de niños decentes, descendió poco a poco hasta el más bajo nivel, concluyendo por incorporarse a las turbas más compatibles con su fiereza y condición picaresca.
Era corpulento, rostro moreno y facciones bien acentuadas, enérgicas; el cabello y la barba, blanqueando ya por muchos puntos, fuertes, abundantes, encrespados; los ojos negros y hundidos de mirar imponente. En su fisonomía había una expresión de orgullo y fiereza que ni aun la sonrisa amistosa con que acogió al conde de Onís pudo extinguir por completo.
Ver á unos infieles instruídos pocos días antes en las cosas de nuestra santa fe, y aún no reengendrados en las santas aguas del bautismo ser ya predicadores del Evangelio; y una nación que no mucho antes había respiraba sólo fiereza, verla con una mudanza propia de la diestra del Altísimo, humillada á los piés de Cristo; de lo cual no pudo contenerse el venerable Padre sin prorrumpir en un llanto tiernísimo, todo de alegría, y no cesaba de dar mil gracias á Dios con tanto mayor fervor cuanto aquel beneficio había sido más fuera de toda esperanza.
Mientras ellos procuraban valerse de todas las suertes de su crueldad y fiereza para darle la muerte, los cathecúmenos desde lejos procuraban librarle de ella, amenazando á los Cozocas que vendría sobre ellos la ira de Dios y les daría su merecido, como á su costa ellos lo habían experimentado; y ó fuese porque el temor les hiciese caer en la cuenta, ó porque Dios reprimiese su orgullo, dándoles más acerbos dolores en los brazos, se pararon algún rato y dieron tiempo y oportunidad al siervo de Dios para acercarse al Mapono, y con modo cortés y afable le dió á conocer el poder de Jesucristo, que por más que él y los suyos lo intentasen, si no era voluntad de su Divina Majestad, no le podrían quitar un cabello; y que sus Tinimaacas, por más que se jactasen de que eran señores del cielo y dueños del mundo, al fin no eran otra cosa que miserables y flacas criaturas condenadas por su culpa á cárcel perpetua en el infierno.
Los simples aficionados que no salían de la ciudad admiraban su pericia de criador de reses bravas. ¡Lo que sabía aquel hombre!... Mostrábase convencido de la grandeza de sus funciones al hablar de los cuidados que exigen los toros. De cada diez becerros, ocho o nueve eran destinados a la carne, luego de tentarlos para apreciar su fiereza.
Aqueste gran Señor de esta riqueza El gran Mojo se dice, y es sabido Muy cierto su valor y su nobleza: Su ser, y señorío enriquecido De sus vasallos, fuerzas, y destreza, Por nuestro mal habemos conocido: Que pocos tiempos ha que en cortas trechas, Probamos la fiereza de sus flechas.
Entre Levante y Septentrión, detrás de los Zabicas, habitan, bien que distantes muchas leguas, los Parabacas, Quiziacas, Naquicas y los Mapasinas, gente valerosa, pero destruída en buena parte de cierto género de pájaros llamados peresiucas que viven debajo de tierra, y aunque del tamaño ordinario de un pájaro, son de tan extraña fuerza y fiereza que en viendo algún indio dan sobre él y le matan.
Palabra del Dia
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