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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Al año siguiente el poeta, modesto y obscuro, desposaba á cierta señorita de notable belleza y distinción, que también publicaba versos bajo el seudónimo de «Rosamunda Gérard», y á quien los literatos que concurrían á las reuniones de Leconte de Lisle habían aplaudido fervorosamente más de una vez.
En suma, yo tengo cierta vaga esperanza, y pido fervorosamente al cielo que se realice, de que las grandes potencias de Europa, que forman tácita confederación para dirigir y ordenar la marcha civilizadora de nuestra especie, no contemplen con indiferencia la atroz iniquidad de que pretenden las Cámaras anglo-americanas hacernos blanco y objeto.
Dio algunos pasos y se sentó en la acera al pie de la verja que rodea el jardín. Apoyó los codos en las rodillas y metió la cabeza entre las manos. Y pensó vagamente en que había llegado el último instante de su vida; y volvió a rezar fervorosamente implorando la misericordia divina. Al cabo de un rato percibió que un transeúnte se paraba delante de él y se sintió cogido por el brazo.
Oyóse en aquel momento el chirrido de las cadenas que bajaban el puente levadizo; los expedicionarios aclamaron á su jefe, que puesto al frente de la columna había dado la voz de marcha y Roger, besando fervorosamente el fino cendal, lo ocultó en el pecho y salió corriendo al patio.
Sólo recobró un tanto la perdida calma cuando se hubo postrado de hinojos ante una de las toscas cruces inmediatas al camino y orado fervorosamente, pidiendo para el arquero y para sí mismo el perdón del Cielo. Tristán y Simón siguieron andando.
Entonces me voy, con su permiso; aun no hice hoy la visita en Luzmela, y está cayendo la noche. ¿Cuándo quiere usted que vuelva? Ya habían anunciado a don Juan y a don Pedro, cuando don Manuel respondió: Ven mañana temprano; te espero en mi despacho a las nueve, y te quedarás a comer. Los dos hombres se estrecharon las manos fervorosamente, y Salvador hizo un breve saludo a los recién llegados.
Había que estar bien con el poderoso señor, y rezó fervorosamente varios padrenuestros de pie ante la imagen, reflejándose los cirios como estrellas rojas en las córneas de sus ojos africanos. Un movimiento de las mujeres arrodilladas delante de él distrajo su atención, ávida de intervenciones sobrenaturales para su vida en peligro.
«La Virgen está conmigo» pensaba Ana en el lecho, allá en Loreto, y acababa por llorar, por rezar fervorosamente y sentir sobre su cabeza las caricias de la mano invisible de Dios; pero sobrevenía un ataque nervioso, sentía la congoja de la soledad, de la frialdad ambiente, del abandono sordo y mudo, y entonces las imágenes místicas no acudían. Hacía falta un amparo visible.
Con todas estas consideraciones procuro hacer aborrecible el amor de esta mujer; pongo en este amor mucho de infernal y de horriblemente ominoso; pero como si tuviese yo dos almas, dos entendimientos, dos voluntades y dos imaginaciones, pronto surge dentro de mí la idea contraria; pronto me niego lo que acabo de afirmar, y procuro conciliar locamente los dos amores. ¿Por qué no huir de ella y seguir amándola sin dejar de consagrarme fervorosamente al servicio de Dios?
Por esto me atrevo a asegurar que con nadie anheló más fervorosamente ejercer su eficaz magisterio que con el ilustre Pedro Lobo, Ayudante de campo de Juan Manuel Rosas, dictador de la República Argentina.
Palabra del Dia
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