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Actualizado: 10 de octubre de 2025


La ferocidad de la muchedumbre, habituada a fiestas de muerte, necesitaba una válvula de escape para dar expansión a su alma, educada durante siglos en la contemplación de suplicios. El auto de fe era sustituido por la corrida de toros. El que un siglo antes hubiese sido soldado en Flandes o colonizador militar de las soledades del Nuevo Mundo, convertíase en torero.

JUAN. Señor autor, haga, si puede, que no salgan figuras que nos alboroten, y no lo digo por , sino por estas mochachas que no les ha quedado gota de sangre en el cuerpo de la ferocidad del toro. #Tostada#. Y ¡cómo, padre! No pienso volver en en tres días; ya me vi en sus cuernos, que los tiene agudos como una lesna. JUAN. No fueras mi hija y no lo vieras.

La muchacha, como si la penosa revelación la hubiese sumido en la insensibilidad de los imbéciles, no cerró los ojos, no movió la cabeza para evitar el golpe. La mano de Fermín volvió a caer sin rozarla. Fue un relámpago de ferocidad; nada más. Montenegro se reconocía sin derecho para castigar a su hermana.

, señor. ¿Y los corazones de franela? También. Está bien, señorita. Tendré presente su diligencia y entusiasmo. Don César no movió un pliegue de su rostro varonil en esta conversación. Sus ojos, de una extraña firmeza que rayaba en ferocidad, no se apartaban de la niña.

Al lado de esta y otras huellas de ferocidad, hay también documentos, de los que da cuenta el catálogo, en que conviene celebrar ciertas elegancias, primores y hasta ternuras que parecen propias de las más cultas edades.

Las grandes catástrofes por disparadas locas en los teatros, en las iglesias, en los naufragios, son casos de ferocidad repentina y fulminante originada por el terror pánico de que proviene también seguramente, la mayor parte de los homicidios. Los jefes de la "Mashorca", que hacía temblar a los vecinos de Buenos Aires, eran tímidos que de miedo a ser degollados se hicieron degolladores.

Renunciaba con gusto a aquella sombra de vida dentro de un estuche de piedra, atormentado por el mal físico y el miedo a la ferocidad de los hombres. Su estómago, herido por las privaciones, se negaba muchos días, con horribles náuseas, a recibir el pan áspero y el cazo de rancho. La larga inmovilidad, el enrarecimiento del aire, la escasa nutrición, le habían hecho caer en una anemia mortal.

Mandó Orellana desde luego tomar las armas á la tropa, que no estaba destinada á la defensa de los puestos, y salió del recinto, para observar por mismo la intencion, y halló que verdaderamente habian los rebeldes descendido hasta la falda de las alturas que ocupaban: pero suspendieron la continuacion de su marcha hasta las 6-1/2 de la mañana, en que divididos en muchos trozos, y con un movimiento de ambos ejércitos, dieron principio al cuarto ataque, con mayor desesperacion y ferocidad que los anteriores, haciendo ademanes, que manifestaban la confianza que aquel dia tenian del vencimiento.

Sufrieron por largo rato el fuego de la artilleria de los castillos de Guansapafa, Santiago y Santa Bárbara, y el de la fusileria, apostada en los parapetos exteriores á interiores, arrojándose con ferocidad á las trincheras para forzarlas, animados con la presencia de sus primeros generales, que repetian los ataques, particularmente contra las que estaban inmediatas al Tambo de Santa Rosa, de que disistieron por lo mucho que les ofendia el fuego del Castillo de Santiago, que no estaba muy distante.

Von Hartrott seguía presidiendo sociedades patrióticas y hacía planes de engrandecimiento sobre la próxima victoria, pero había envejecido mucho en los últimos meses. El «sabio» era el único que se mantenía firme. Las desgracias de la familia recrudecían la ferocidad del profesor Julius von Hartrott.

Palabra del Dia

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