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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Decidido a hablar con Juan Pablo, fue a verle una mañana al café de Madrid, donde tenía un rato de tertulia antes de entrar en la oficina, pues al fin ¡miseria humana!, hubo de aceptar la credencialeja de doce mil que le había dado Villalonga, por recomendación del mismo Feijoo.

Gobernábala una tal doña Paca, gallega, que tuvo casa de huéspedes distinguidos y recomendados, en la cual vivió Feijoo mucho tiempo, y completaban la servidumbre una cocinera bastante buena y un criado muy callado y ya algo viejo, que había sido asistente de su amo.

Tocaría, pues, a otra puerta, yéndose derechita a ver al Sr. de Feijoo, que era amigo suyo y había sido su pretendiente, y tenía gran amistad con don Jacinto Villalonga, íntimo del Ministro de la Gobernación. A poco llegó don Basilio diciendo que Maxi no venía a almorzar. «Ha ido con D. León Pintado a ver a no qué personaje, y tienen para un rato».

Vuelta a la meditación, tomando el hilo de ella en el mismo punto en que lo había soltado... «Y aunque el Sr. de Feijoo lo niegue hoy, es tan verdad que me rondaba la calle al año de perder a mi Jáuregui... tan verdad como que nos hemos de morir. Y si no, ¿qué hacía plantado en aquella dichosa esquina de la calle de Tintoreros?

Mi cuñado. ¿Y cuándo he conocido yo a tu cuñado, ni qué me importa?... Estamos bien. ¿Y a qué venía aquí ese señor... Feijoo, dices? Me parece que es amigo de Villalonga. Ha venido a visitarme, y esta es la tercera vez... Es un señor muy bueno y muy fino. ¿Qué te crees, que viene a hacerme el amor? ¡Qué tontito! Pero en resumidas cuentas, si te parece que no debo recibirle, no lo haré más.

¡Ay!, no me podías decir nada manifestó la joven dándose un lengüetazo en los labios, que se le secaban más todavía , nada que me fuera más antipático, más... Yo lo comprendo... Si no te has de morir dijo Fortunata irguiéndose con brío, en son de protesta . ¡Si te pondrás bueno...! Feijoo había cerrado los ojos, y se sonreía en las tinieblas de su meditación. La chulita callaba mirándole.

Seguro de que le oía, aunque no le miraba, Feijoo siguió hablando despacio, poniendo pausas entre las cláusulas. «Supongamos esto... Pues tu deber en tal caso, es esforzarte en que ese cariño... llamémosle amistad, se aumente todo lo posible. Trabaja contigo misma para conseguirlo. ¡Ah!, hija mía, el trato hace milagros; la buena voluntad también los hace.

Ha sido un rasgo feliz y cristiano». En las nieblas que envolvían su pensamiento, la infeliz joven, al oír aquello del rasgo, se acordó de Feijoo y de sus prohibiciones; pero este recuerdo no la hizo arrepentirse de su acción. «Jacinta me encarga que a usted las gracias. No le guarda ningún rencor. Al contrario; usted ha sabido arreglarse para dejar buena memoria de .

A Feijoo le había costado algún trabajo arrancarse a exponer su moral en aquellas circunstancias, porque en la conciencia se le puso un nudo, que le apretó durante breve rato; pero al punto lo deshizo evocando las teorías que había profesado toda su vida. Lanzado, pues, el concepto más peligroso, siguió luego como una seda, sin nudo y sin tropiezo. «Ya sabes cuáles son mis ideas respecto al amor.

«¿Se ha enterado usted, Rubín? decía Feijoo al tomar asiento junto al ángulo de la mesa, y quitando de la boca del vaso el platillo del azúcar . Parece que Mendiry se ha corrido hacia Viana». Descuide usted replicaba Juan Pablo con suficiencia. No saldrán del circulito de las Provincias Vascongadas y Navarra.

Palabra del Dia

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