Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 13 de mayo de 2025


Algunas obras de Montiano, Porcell, Arriaza, Olavide, Feijóo, un tratado del lenguaje de las flores y la Guía del comadrón, completaban el repertorio. Al lado, y como formando juego con este templo literario, estaba una tienda de perfumería y de bisutería con algunos objetos de caza, de tocador y de encina, que todo esto formaban comercio común en aquellos días.

No se deben imponer sacrificios superiores a las fuerzas humanas. Si el corazón se te conserva en el tamaño que ahora tiene, si no hay medio de recortarlo, si se te pronuncia, ¿qué le vamos a hacer? Dentro del mal, veamos qué es lo mejor entre lo peor, y...». Feijoo rebuscaba las palabras más propias para expresar su pensamiento.

Que me lo que quiera gruñó Feijoo con burlesca incomodidad . ¿A usted qué le importa, señora doña Francisca?... Es que... Bueno; aunque me envenenara. Mejor. vii Al verse otra vez en su casa y sola, Fortunata no podía con la gusanera de pensamientos que le llenaba toda la caja de la cabeza. ¡Volver con su marido! ¡Ser otra vez la señora de Rubín!

El primero que hubo de seguirle fue don Evaristo González Feijoo, a quien era indiferente este o el otro establecimiento. Instaláronse por el pronto en Fornos, y allí esperaron. A la segunda noche fue Leopoldo Montes, y a la tercera D. Basilio, que les encontró discutiendo de qué café se posesionarían definitivamente.

Juan Pablo y Feijoo pertenecían a esta categoría; pero el segundo no se sentaba nunca en el diván, porque le daba calor la pana, sino en una de las sillas de fuera, tomando café en un ángulo de la mesa y volviendo la espalda a los individuos de la mesa inmediata. En cambio, D. Basilio Andrés de la Caña, que era vulgo, se sentaba siempre en el diván.

Hágase usted cargo de lo que sufrirá una criatura con la conciencia alborotada y en esta situación... ¡Ah! Sr. D. Evaristo, a no me la da usted... Usted es muy tunante y las mata callando... Al oír esto, la diplomacia de Feijoo se alarmó, creyendo llegada la ocasión de sacar, si no todo el Cristo, la cabeza de él.

Cerrando los ojos, invocó a Dios y a la Virgen, de quien esperaba auxilio para poder curarse de aquella insana antipatía; pero ni por esas... «Si no le puedo ver; ¡si me iría al fin del mundo por no verle...! ¡Y yo creí que le iba tomando cariño! ¡Buen cariño nos Dios! Ni yo en qué estaba pensando Feijoo... Tonto él, y yo más tonta en hacerle caso».

Feijoo estuvo cosa de un mes buscándola y al fin pudo encontrarla. Si Fortunata, empezando por conformarse, acabó por sentirse bien, D. Evaristo estuvo desde luego muy a gusto en aquella vida. «Yo no soy celoso le decía , y aunque no pongo mi mano en el fuego por ninguna mujer, creo que no me faltarás, como no se descuelgue otra vez el danzante de marras.

Esto del horizonte avivó en la mente de la joven aquel naciente anhelo de lo desconocido, del querer fuerte sin saber cómo ni a quién. Lo que no podía era compaginar esperanza tan incierta con la vida de familia que se le recomendaba. Pero algo y aun algos se le iba clareando en el entendimiento. Feijoo mejoró sensiblemente en los días que siguieron al arrechucho aquel.

La gratitud que hacia Feijoo sentía, era más viva aún que antes, y habría deseado que la vida que con él llevaba continuase, pues aunque algo tediosa, era tan pacífica que no debía ambicionar otra mejor. «Si dura mucho esto, ¿llegaré a cansarme y a no poder sufrir esta sosería?

Palabra del Dia

tundas

Otros Mirando