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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Te lo presento en la previsión de que falle el primero, lo que bien pudiera suceder. Vamos allá... Fortunata esperaba con ansia la exposición del segundo caso, pero Feijoo lo tomaba con calma, pues se quedó buen rato meditando, con el ceño fruncido y la vista fija en el suelo.

Bajó y se puso en la calle, acordándose de una de las principales recomendaciones que le había hecho Feijoo: «No descomponerse nunca». Pues bien se había descompuesto aquel día... «Pero verdaderamente discurrió tratando de serenarse . Yo ¿qué le he hecho?, nada... Únicamente decirle quién soy, para que me conozca...». ¡Cosa extraña!, le entraron ganas de esperar para verla salir.

He visto mucho mundo afirmó Feijoo, con tolerancia de sacerdote hecho al confesonario . Las personas que son como usted suelen pasar una vida de perros. No hay mayor desgracia que tener el corazón demasiado grande. Cerebro grande, estómago grande, hígado grande, son males también; pero menores. Y yo he de poder poco o le he de recortar a usted el corazón, para que haya equilibrio.

La tarde caía; pronto iba a ser de noche, y como Feijoo tenía horror a la oscuridad, su amiga encendió luz, que puso en la mesa de camilla, y cerró después las maderas. «¿En dónde has estado hoyle preguntó D. Evaristo, que casi todas las noches le hacía la misma pregunta, no por fiscalizar sus actos, sino porque de aquella interrogación salía casi siempre una plática agradable.

Se vio allí bien claro, cual vestigio honroso conservado sólo por indulgencia del tiempo. «Todo envejece pensó , y cuando las piedras se gastan, ¡cómo no ha de gastarse el cuerpo del hombre!». Y los síntomas de decadencia aumentaban con rapidez aterradora. Dos días después notó Feijoo que no oía bien.

Hablaron de la boda de Maximiliano y de los increíbles sucesos que después vinieron, diciendo Juan Pablo que su cuñadita era una buena pieza. «Pero, hombre dijo Feijoo a su amigo . Y usted, ¿para qué dejó casar a su hermano?». A mi hermano le falta un tornillo... ¡Ah!, como guapa, ya lo es agregó D. Evaristo con cierto entusiasmo . La he visto ayer... mejor dicho, la he visto varias veces.

Esta mujer me vuelve loco pensaba Feijoo, experimentando, al oír a Fortunata, una sensación de inefable contento . Si estoy chocho, si no lo que me pasa... ¡Ay Dios mío, a mi edad!... No hay remedio, me declaro... Pero no, refrénate, compañero, aún no es tiempo... Al buen señor se le ponían los ojos encandilados oyéndole contar aquellas cosas con tan encantadora sinceridad.

¿Y qué más da que vayan o no a casa de Cánovas? Nada, nada... la cosa no tiene malicia. Flojilla cosa es... ¿De qué pan hago las migas, compadre? Del tuyo que con el viento no se oye. Después se permitió echarse a reír, cosa en él extrañísima y desusada. «Este D. Basilio...». Amigo manifestó Feijoo con su franqueza habitual . Confiese usted que la noticia que nos ha traído podría ser una sandez.

Habían hecho un reglamento humorístico, del cual cada uno de los socios tenía su ejemplar en el bolsillo. De aquellas célebres mesas habían salido ya un ministro, dos subsecretarios y varios gobernadores. Aunque era amigo de algunos, no quiso Feijoo acercarse, y se fue a una mesa lejana.

Pero Rubín se puso a hablar con Feijoo, que le preguntaba por aquel inexplicable casamiento de su hermano con una mujer maleada. Don Basilio pegó la hebra con los curas de tropa y con Nicolás Rubín. En aquel círculo le hacían más caso que en el suyo, y se despachaba más a su gusto.

Palabra del Dia

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