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Actualizado: 23 de julio de 2025
En esto apareció en el ancho soportal, con otro farol en la mano, una especie de fantasma envuelto en un largo ropón, y cubierta la cabeza con una gorra de pieles. Al ver al aparecido los acompañantes de don Simón, corrieron a él; y con el acento del más afectuoso interés, dijeron a una: ¡Señor don Recaredo!...
Yo soy tan católico como el primero dijo un maestro de la Fábrica Vieja, de larga perilla rizada y gris, socialista cristiano a su manera soy tan católico como el primero, pero creo que al Magistral se le debería arrastrar hoy y colgarlo de ese farol, para que viese salir el entierro....
¿Habéis visto pasar dos coches para arriba? Sí. No. Dos. Tres. Para abajo. Mentira, mainate... ¡si te inflo!... Para arriba, señor cura. Era una galera. ¡Un coche, farol! Dos carros eran, mainate. ¡Te rompo!... ¡Te inflo!... El Magistral no pudo averiguar nada. Se inclinó a creer que habían pasado. Pero no dejó el paseo; continuó dando vueltas y limpiándose la mano besada por la chusma.
No era un rumor confuso y fantástico, como los que produce el viento o la mar, sino firme y bien definido, perfectamente claro para sus oídos. Pronto se convirtió en el ruido acompasado y característico de la muchedumbre que marcha ordenadamente. Los ojos atónitos de la joven distinguieron a la luz del farol las puntas de las bayonetas y los roses charolados de la tropa.
De todas las necesidades que hacen andar más de prisa á un hijo de Eva dijo no conozco otra como la mujer. Y siguió á paso lento. Entretanto don Juan había doblado la esquina. Efectivamente, alumbrando, aunque á media luz, á una virgen de los Dolores embutida en su nicho, había un farol.
Volvieron a oirse los pasos de los que le perseguían. No se van pensó. Efectivamente, no sólo no se fueron, sino que llamaron en la casa con dos aldabonazos. Apareció de nuevo la vieja con un farol y se puso al habla con los de fuera sin abrir. ¿Ha entrado aquí algún hombre? preguntó uno de los perseguidores. No. ¿Quiere usted verlo bien? Somos de la ronda. Aquí no hay nadie.
Mi perseguidor avanzó unos pocos pasos, pero se detuvo súbitamente, y sólo pude distinguir, a la luz del débil farol que penetraba a través de la neblina londinense, una figura alta y descompuesta por la niebla enceguecedora. Sin embargo, no fue bastante densa para impedirme encontrar mi camino, porque conocía muy bien esa parte de Londres.
Compraron el periódico, y Maltrana leyó a la luz de un farol el sumario, en letras grandes, que encabezaba el relato del suceso. Habíase hundido en las primeras horas de la mañana aquel edificio en el que trabajaba el señor José. Instantáneamente tuvo Maltrana el presentimiento de la desgracia.
Una tarde de diciembre, al volver de la relojería, ya obscurecido, un chiquillo me detuvo y me entregó una carta. ¿Quién podía escribirme? Examiné el sobre a la luz de un farol. Era letra de mujer. Con gran curiosidad leí la carta, que decía así: «Al capitán don Santiago de Andía.
Una tarde fría de febrero, al retirarse de la lección, y después de haber oído leer a su maestro un docto comentario sobre el Cantar de los cantares, Ramiro topó con Aldonsa junto al pilar de la escalera. Ella le invitó a subir a la torre. Un instante después uno y otro escalaban los peldaños. De pronto la campanera se detuvo y arrimó la luz del farol al rostro del mancebo.
Palabra del Dia
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