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Actualizado: 2 de junio de 2025
Con ellos había desfilado por una estrecha habitación, ante un féretro próximo á volcarse bajo los empujones de la muchedumbre triste y curiosa. El muerto se llamaba Fedor Dostoiewsky. La princesa había deshojado un ramo carísimo de rosas sobre la frente abombada y las barbas ascéticas del novelista.
Sarto se descubrió a su vez y Flavia dijo, posando su mano sobre mi brazo: Es uno de los caballeros muertos en la última reyerta, ¿verdad? Vé a preguntar de quién es el cadáver que escoltan dije a uno de mis lacayos. Acercóse a los sirvientes que iban delante del féretro, quienes lo dirigieron al enlutado caballero. Es Ruperto Henzar murmuró Sarto.
Los pigmeos la habían dejado vacía después de llevarse las seis columnas de hierba prensada, obscura y picante que contenía su interior, tan altas como sus cuerpos. Esta caja iba á ser el féretro de la dulce Popito. Empezaba á ponerse el sol, cuando Gillespie pasó á la popa con la cajita en su diestra.
Sus ojos estaban fijos en el féretro blanco y dorado que se mecía con el traqueteo de las ruedas, dejando en su memoria la impresión de una nubecilla surcada por rayos de sol. También debía estarse bien allí. Mejor que en los calabozos que antes contemplaba con envidia.
Dice la Senectud: "¡Yo te saludo doblando hacia la tierra mi esqueleto; eres el peristilo de mi cripta, eres mi enterrador, eres mi féretro! Noto que ya fermentan los gusanos bajo mi vestidura de pellejo; yo sé que has de tejerme con tus noches una mortaja negra: sólo ruego que me arranques del cráneo las ideas; ¡queman como rescoldo!"
Hecha esta operación colocan el féretro en el centro de la mejor habitación de la casa y principian las fiestas que duran mientras tiene dinero que gastar la familia.
Dentro de la urna o refriante se veían las roscas de la culebra de metal. La cabeza de la culebra aparecía fuera de la urna en su parte baja. No lejos de la chimenea estaba por el suelo un féretro abierto y vacío.
Escucha, hijo mío prosiguió el doctor después de una breve pausa: en mi mente se agita una idea, que ha venido a iluminar mi entendimiento mientras yo oía caer la tierra sobre el féretro de mi hija.
Sentíase capaz de robar para que sus restos reposasen en un féretro lujoso, para que se librase de la fosa común, para que no la llevaran a aquel matadero blanco, donde eran descuartizados los cadáveres... Pero ¡ay! sólo se muere una vez.
Ya sus accesos de locura eran menos constantes, asi es que determinaron apartar de su vista el féretro de su esposo, siendo conducido algunos dias despues á Granada, y aunque fue grande su exasperacion cuando lo echó de ver, pudo al fin D. Fernando Ducos de Estrada tranquilizarla. Pero no se crea que por este llegó á ponerse buena del todo; jamás esta infeliz reina llegó á recobrar su perdida calma. Sin embargo, el Católico rey le escribió á Estrada, d
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