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Actualizado: 2 de junio de 2025


Vemos luego presentarse en la fúnebre estancia, con rozagantes aunque enlutadas vestiduras, y haciéndole cortejo una lucida guardia de honor, al príncipe Abdullah, grave y taciturno, que viene á sustituir á su hermano Hixem, sucesor en el trono, y ausente en Mérida, en el oficio de Imam, y á quien el Cadí de los Cadíes deja respetuosamente el puesto junto al féretro.

Dos pajaritos extraviados, tiritando de frío, sin ver ningún punto sólido en que posarse, vinieron a descansar un momento sobre el paño de luto que cubría el féretro y que los portadores habían dejado en la saliente de una torrentera, mientras rompían con su cuchillo la nieve helada en sus zuecos de madera. ¡No por qué aquellos pobres pájaros extraviados, buscando asilo y socorro sobre un ataúd, me hicieron derramar lágrimas abundantes! ¡Aquello me recordó, sin duda, cuántas miserias y cuántas tristezas habían encontrado asilo en aquel corazón mientras tuvo vida!

Jamás habla con ella, y la obliga á vestir siempre de luto, y á dormir al lado del cadáver embalsamado del Paje; y para avergonzarla más, á comer en el féretro delante de todos los extranjeros, que visitan el castillo, y á beber en el cráneo de su pretendido amante.

Me señala una gran caja de cartón que ocupa derecha todo el espacio entre dos puertas. La ha entreabierto poco antes la dama de compañía. Contiene una corona que cubrirá en Brindis el féretro del aviador al ser descendido á tierra. ¡Una maravilla! dice . La ha comprado en Londres esa señora alta y enjuta. Hay en ella palmas y flores, muchas flores, que parecen de verdad.

Ellos habían venido para eso. Isidro no supo cómo se inició el choque. Vio de pronto arremolinarse la gente delante del féretro; sonaron gritos, golpes secos semejantes a los de la ropa sacudida. Sobre las cabezas del gentío brillaron al sol, como cintas blancas, los pesados asadores esgrimidos de filo. Se abrió la muchedumbre, escapando en distintas direcciones.

El fúnebre camino atravesaba la cañada del Oso, revestida a aquella hora de sombrío y tenebroso aspecto. Los campeches, escondiendo en el rojizo terreno sus pies, guarnecían la senda como en fila india, y sus inclinadas ramas parecían echar una extraña bendición sobre el féretro que avanzaba lentamente.

No va el cura con la cruz a la casa del difunto a traer el cuerpo, pues con anticipación lo traen en el féretro los parientes o amigos, cubriéndolo con un paño negro, y amortajado con un saco de lienzo de algodón blanco, envuelto y cocido de modo que no se le ve pie, mano ni cara, y lo colocan en el pórtico de la iglesia, en frente de la puerta principal; allí sale el cura con capa, los acólitos con sotanillas negras y roquetes, y con cruz alta.

Palabra del Dia

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