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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Se trataba de 67 francos que me hacian falta, se trataba además de que era extranjero, de que era español; casi todas las cuestiones son para nosotros en Francia cuestiones de decoro, y me di á bajar la escalera con el fin de hacer saber á la señora lo que ocurria.
Las calles todas están sin empedrar, sucias y en muy mal estado: hay un jardin modestisimo que llaman paseo público, algunos edificios regulares, un teatro, tres ó cuatro hoteles, dos paseos, y esmerado deseo de demostrar al extranjero que la limpieza no es el fuerte de los brasileños; pues lo mismo en Bahia que Pernambuco y Rio Janeiro se distinguen por esa especialidad.
»En aquel instante le avisaron que un hombre mal vestido deseaba hablarle y le esperaba en el parque. »Algunos momentos después, desde las ventanas del salón los vi pasar por una calle de árboles de las más lejanas. No pude distinguir el rostro del extranjero, cuyo porte no me pareció completamente desconocido, agolpándose a mi imaginación ideas y recuerdos confusos.
¡Oh! no, señora, no prosiga usted... es suficiente con lo que me ha dicho... Me conmueve su interés hacia mí y los sentimientos que lo han inspirado... mas comprenderá que, cuestión tan grave como la que tratamos, no puede resolverse en un momento de enternecimiento... Permítame que medite sobre estos puntos con la calma que es de razón... Mi trabajo está ya terminado... aún puedo disponer de algunos días... Mi intención, que puede usted comunicar a su amiga, es consagrarlos a hacer un corto viaje al extranjero... una excursión a Suiza... Insisto más que nunca ahora en mi resolución, porque tengo necesidad de la ausencia para fijar mis ideas... Pienso partir mañana...
No hace muchos días que la llegada inesperada a Madrid de un extranjero, antiguo amigo mío de colegio, me puso en la obligación de cumplir con los deberes de la hospitalidad. Acaso sin esta circunstancia, nunca hubiese yo solo realizado la observación sobre que gira este artículo.
Otra de las personas que se presenta en escena es el marinero enganchado para el extranjero, que viene en busca de un pasaporte; ó el que acaba de llegar de un largo viaje, todo pálido y débil, que busca un pase para el hospital.
Era el extranjero a quien habían libertado de las garras del cura. ¿A qué vienen ustedes por aquí? preguntó el extranjero. Vamos a Estella. ¿De veras? Sí. Yo también. Iremos juntos. ¿Conocen ustedes el camino? No. Yo sí. He estado ya una vez. Pero, ¿qué hace usted andando siempre por estos parajes? le preguntó Martín. Es mi oficio le dijo el extranjero. Pues, ¿qué es usted, si se puede saber?
Trabajaba exclusivamente en género extranjero; pero cuando Santa Cruz hizo su traspaso a los Chicos, también Arnaiz se inclinaba a hacer lo mismo, porque estaba ya muy rico, muy obeso, bastante viejo y no quería trabajar. Daba y tomaba letras sobre Londres y representaba a dos Compañías de seguros. Con esto tenía lo bastante para no aburrirse.
Quiso habitar el cuarto de la calle de Provenza; pero con gran sentimiento supo que había sido alquilado, durante su ausencia, por un señor extranjero que no lo ocupaba. Intentó volver a verlo, al menos, y el portero no tenía las llaves; las puertas y las persianas de la habitación estaban constantemente cerradas.
La señora vieja, sollozando, se tiró en la hierba, por consejo de Martín. ¿Es usted buen tirador? preguntó Zalacaín al extranjero. ¿Yo? Sí. Bastante regular. ¿Y usted, señorita? También he tirado algunas veces. Seis hombres se fueron acercando a unos cien metros de donde estaban guarecidos Martín, la señorita y el extranjero. Uno de ellos era Luschía.
Palabra del Dia
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